martes, 22 de septiembre de 2015

Premios


Hola, cuando hace casi un año empecé a mostrar a los demás lo que escribo, no pensé en encontrarme con estas cositas que te sacan una sonrisa y te hacen tener más ganas aún de seguir escribiendo. Mi blog es de lo más simple, me lo hizo un amigo en media mañana y desde entonces, lo reconozco, no lo he cuidado ni renovado (tampoco se hacerlo), solo voy poniendo lo que escribo.

GRACIAS a Eva, si, ¡sí!, EVA, Eva Mercader y a su joya laciudadesmeralda, primero por tu sonrisa y por hacerme reír y también por, casi sin tiempo, concederme los premios FT y LIEBSTER.

GRACIAS también a Luis, Luis Perronegro, desde su blog luisperronegro, por concederme igualmente el premio FT, como ya te dije, nunca sabes quién te está pensando, imaginando o incluso leyendo…

Gracias a ambos por acordarse de mí y concederme estos premios. Y gracias a todos los que escriben y tienen la valentía de mostrarlo y de compartirlo. Me gustaría poder visitar más los blogs de todo el resto de gente que escribe, pero muchas veces se me hace imposible, nominaría y premiaría a muchos, incluso muchos que aun ni he leído.
 
PREMIO FT


Como ya os he dicho me concede este regalo Eva Mercader y su querido erizo.

Mis nominados al PREMIO FT son:

-          Luis M. Gómez Pascual. Blog mimayorenemigosoyyomismo
-          Julia Jiménez. Blog pasitosgigantesinfant
-          Teresa Rune. Blog bluesemen
-          Isabel Lojo. Blog Isabel-lojo
-          Kela del Mar. Blog keladelmar

 
PREMIO LIEBSTER AWARD
Logo premio Liebster

LIEBSTER AWARD es un premio entre blogs pequeños de un bloguero a otros. Según las zonas y estilos se escogen a 5, 11 o 20 blogs más que son igual de NOMINADOS y GANADORES. Me otorgan este premio Eva Mercader laciudadesmeralda y Luis Perronegro luisperronegro

Aunque parezca cansino ¡MIL GRACIAS A LOS DOS!

 
REGLAS:

LIEBSTER AWARD es una cadena. Los blogs nominados deben tener menos de 200 seguidores, por lo tanto blogs pequeños. Las reglas oficiales son:

1. Debes tener ya un LIEBSTER para poder nominar a un total de 5, 11 o 20 blogs.

2. En los LIEBSTER se es nominado entre las selecciones de algún Blogger ya ganador de uno y que nomine a cierta cantidad, estos nominados se convierten en ganadores en el momento que responden a las preguntas que se han señalado y nomina a otros blogs. De inmediato ya es ganador de un LIEBSTER AWARD.

3. Al ser nominado a un LIEBSTER, debes seguir al Blog que te otorgó la nominación.

4. Después de seguir al Blog que te nomino, debes contestar exactamente 11 preguntas que te realiza el Blogger o escribir 11 cosas sobre ti. Es decisión del Blog que te nomina si te realiza 11 preguntas o pide saber 11 cosas sobre ti.

 
Estas son las preguntas estándar con sus respuestas por mi parte:

1. ¿Por qué decidiste hacer un blog?

Pues la verdad es que no lo decidí, simplemente, como otras cosas en mi vida, llegó de repente, de la manera más inesperada, como una estrella fugaz.

2. ¿A quién admiras entre la blogosfera (mundo del blog)?

A todos los que visitas y dices ohhhhh, de lo bien y bonito que lo tienen, reconozco que me entra un poco de envidia (sana… ¡que narices! ¡Envidia y punto!).

3. ¿En qué país te gustaría vivir?

A veces he pensado en Nueva Zelanda (por lo lejos y por ser el rodaje de mi libro favorito), pero pensándolo bien, ¡se me dan fatal los idiomas!, así que me quedo aquí, aunque quizás en otro lugar.

4. ¿Por qué crees que te he nominado a un Liebster?

¿Porque al leer dices “vaya, vaya…” o “joder, no escribe mal este tío…”?
Porque piensas y sonríes.

5. ¿Tu mayor éxito?

Ayudar y guardar, siempre en la sombra. Haber hecho felices a los demás.

6. ¿Tu mayor fracaso?

No lo llamaría fracaso, pero si duele haber tenido piedad de quien no la merecía y haber dado todo a quién no lo quería.
Mi mayor fracaso es haber podido hacer daño a alguien, aun sin saberlo o quererlo.
¡Ah! ¡Y que mi nene celebre sus goles como Cristiano Ronaldo! Gggggggrrrrrrrr

7. ¿Cuál es tu blog favorito?

Hay muchos que son especiales, hechos con mucho cariño y trabajo, por citar alguno me quedo con Juantobe y su blog edupsique, por todo lo que contiene, por lo que escribe y como lo escribe; aunque, he de reconocerlo, me hechiza como escribe Teresa Rune bluesemen, aunque lo haga tan poco, porque siento al leerla que le sale de las mismas entrañas.

8. ¿De qué te gusta escribir más en tu blog?

De recuerdos, de vivencias, que las adorno con mi cabecita loca.

9. Viajar, cocinar o cantar, escoge una y explica por qué.

No se cantar, bueno, cantaba, pero ya no lo hago. Viajar me encanta, aunque tengo pánico al avión. Y cocinar me relaja, ¡excepto cuando salta el aceite!

10. Un consejo, truco o tip que trate sobre alguna temática en tu blog o sea de tu interés.

Suelo escribir en el trabajo, chssss ¡que nadie se entere! Si me preguntan qué hago, digo que estoy con el informe mensual, ¡qué gran invento el informe mensual!

11. Espero que sigas actualizando tu blog, ¿Qué más traerás a él?

Tengo muchos relatos empezados, aunque no encuentro el momento apropiado para terminarlos. Me gusta más cuando, de repente, me pongo a escribir como un chiflado sobre lo que viene a mi mente o lo que recuerdo. Eso traeré. 

¡Vayamos al grano! Mis nominados al premio LIEBSTER son:

-          Teresa Rune. Blog bluesemen
-          Yolanda Bueno. Blog yolandabuenomelado  
-          Cien frases. Blog cienfrasesmilpalabras
-          Alexandra Díaz Alonso. Blog manifiestodeunsentimiento
-          María. Blog estrellamarina


Por último, al ganar el premio LIEBSTER:

1. Debe hacerlo visible en su Blog como un archivo a modo de Widget de la imagen que presente su premio.
2. No debes olvidar seguir la cadena nominando a otros Blogs.

¡ENHORABUENA Y GRACIAS A TODOS!

 

lunes, 14 de septiembre de 2015

No soy Spiderman

No soy Spiderman. Aunque parezca que haya podido serlo, no lo he sido, ni lo soy.
Si fuera Spiderman iría sobrevolando, balanceándome, lanzando mis telarañas hasta recogerte. Te cogería, te abrazaría y te dejaría a salvo en el suelo o en la repisa de algún edificio.
No me podrías mirar a los ojos, llevaría mi mascara; y no podría hablarte, pues reconocerías mi voz y me descubrirías.
La gente aplaudiría al héroe y al día siguiente saldría en los periódicos, ¡toma ya!

Tampoco soy un bombero. Aunque estaría bien, ¿no?
¿A qué te dedicas? Soy bombero. ¿Bombero? Si. ¡wow! ¡No me digas! ¡Mmm! ¡Interesante!
Si fuera bombero, con esas grúas y escaleras que llevan, podría acercarme lo suficiente a ti para que te aferrases a mi mano. También podría recogerte abajo, antes de caer, poniendo una balsa de espuma o colchoneta de rescate. Saltarías como las niñas.
Hasta incluso podría llegar a ser divertido, emocionante.

Ni siquiera estoy cachas. Más bien un poco huesines.
Si estuviera cachas, marcando bíceps, con algún tatuaje, te esperaría en plan chulito.
Me pondría debajo y te recogería en mis potentes brazos. Te guiñaría el ojo nena y te dejaría tranquilamente en la acera. Hasta incluso puede que intentara ligar contigo.

Pero… no soy Spiderman, ni soy un bombero, ni estoy cachas.

En realidad puede que no signifique nada, una simple imagen, que todo sea una farsa, que, como en los espectáculos de magia, estés cogida por una cuerda invisible y yo, ingenuamente, este haciendo el ridículo.

¿Qué puedo hacer yo? Si ni siquiera sé nada. Nunca he sabido nada. No sé nada. No soy nadie.

Te contaré una historia. Compartiré contigo un recuerdo. Siempre me han fascinado las aves rapaces, las águilas en particular. El último regalo fue un enorme libro sobre las rapaces ibéricas, con ilustraciones. Me dolía que muchas de ellas estuvieran en peligro de extinción. Aún lo releo y miro de vez en cuando.

Cerca del río, bajando por uno de los valles, en un enorme olmo, el más grande que he visto en mi vida, tenían su nido una pareja de águilas perdiceras. Lo descubrí siendo un niño, pues me gustaba explorar, bajar hasta el infierno y sentir que casi me perdía.
Bajaba con mi bici, la aparcaba cerca del camino y me adentraba en la maleza.
Tenía que ocultarme, ir corriendo de escondite en escondite, pues sabía que las águilas son capaces de ver un conejo a centenares de metros desde el cielo y yo era más grande que un conejo y, si me veían, no se acercarían a su nido, a no ser que fuera por extrema necesidad.
Llegaba hasta el borde del precipicio, me ocultaba entre los matorrales, sacaba mis prismáticos y esperaba, con mi botella de agua y mi paquete de galletas del Príncipe de Beckelar. Bien, bien… ya tengo la posición. No me importaba esperar horas. Sabía que, más tarde o más temprano, irían al nido, a dar de comer a sus aguiluchos.

Las veía batiendo las alas, arriba, vamos… bajad… oía sus gritos. Y bajaban. Las tenía a escasos 50 metros. A veces, me sorprendían, pues estando yo oculto, pasaban sobrevolando mi cabeza, solo unos metros por encima, ¡ostias que susto! ¡Joder! ¡ufff! Un escalofrió recorría mi cuerpo entero. Ya está… no ha pasado nada.
Y sacaban adelante a sus polluelos. Era fascinante observarlos volar por primera vez, ver a la pareja de águilas y sus dos o tres crías, planeando en el cielo.

Durante años anidaron allí. Y yo me convertí en su guardián, así, al menos, lo sentía yo.
Imagino que alguno más sabría de su existencia, pero yo jamás lo compartí con nadie, pues me podía el miedo a que llegara a conocimiento de la persona equivocada y pudieran hacer daño a mis águilas.

Pero llegó esa enfermedad y secó su olmo, mi olmo y todos los de alrededor, todos, de raíz.
Y yo bajaba hasta el fondo del valle, al comienzo del tronco y maldecía aún no se contra quién, porque mis águilas dejaron de anidar allí.

Aun así, obtuve su amistad, su cariño, para siempre.

¿Y que podría hacer yo? Implorando esa antigua amistad, he convocado a las grandes águilas.
Quedan ya tan pocas, siempre ocultas, desean no existir para los mortales.
Son enormes, su cuerpo y sus alas son capaces de sostener a una persona.
He pedido su ayuda, no para mí, eso les ha hecho dudar, hasta que las he convencido que es como si lo fuera, porque lo siento así, porque me retumba dentro.

Una de las grandes águilas acudirá rauda. Son fuertes, más rápidas que el viento, te recogerá y remontara el vuelo, subiendo hasta las nubes. No temas, no te dejará caer, aun así agárrate fuerte. No hablan a nadie que no conozcan, jamás lo hacen, pero te dejará a salvo, donde tú la digas. Gánate su amistad, hazlo, así volverá a recogerte siempre que lo desees.


 

jueves, 10 de septiembre de 2015

Me tenia que haber levantado


Ayer iba en el metro. Normalmente, como nadie sabe, voy de pie. Pero ayer me sentía agotado, de estos días que te sientes agotado. Así que busque sitio y me desplomé. Intentas acoplarte y ponerte lo más cómodo posible.

A mi izquierda tenía a un hombre escuchando música con sus cascos. A mi derecha una señora leyendo un libro. Pasadas 3 estaciones me fije que la señora seguía en la misma hoja de su libro y también me fijé que el señor de la izquierda tenía la nariz roja.

El señor de los cascos, de repente, se puso a tararear, a mover sus brazos y pies como si estuviera tocando una batería, en pleno concierto.
La señora del libro no se inmutaba, seguía en su misma página; levante un poco más la mirada y me di cuenta que estaba dormida.

A mi izquierda un loco con la nariz roja tocando la batería y a mi derecha una señora dormida, con un libro entre sus manos, en postura perfecta de equilibrio.

Me hubiera reído. Lo hubiera hecho si hubiera tenido alguien enfrente que, como yo, tuviera ganas de hacerlo. Lo hubiera hecho sino estuviera tan agotado.
Pero estaba agotado y la gente ya no se ríe por estas cosas, al contrario, apartan la mirada e, incluso, si es posible, se cambian de sitio, no vaya a ser que el de la batería se lo crea aún más y saque un palo ¡un palo! y después, con ese palo, te arree en la cabeza.

Quizás yo mismo sea así. Entre la locura y la armonía. Entre el ruido caótico de una batería y el silencio relajante de un libro, pues no me importa estar loco y me gusta leer de vez en cuando.

Quizás sea al revés, quizás el loco que toca la batería en los conciertos sea el más cuerdo de la orquesta y el que lee tranquilamente en su sofá este como un cencerro.

Porque no tengo miedo a la locura y el equilibrio puede llegar a aburrir. Porque estando loco, sueñas. Porque estando equilibrado, duermes sin más.

¿Qué canción escucharía? ¿Qué libro leería? Jamás lo sabré. Jamás lo sabremos. Sería una canción de rock y un libro de yoga. Fíjate que quizás fuera música clásica y el tío fuera borracho (nariz roja) o sólo contento de la vida; quizás fuera un libro de sexo y asesinatos, pero la buena señora estuviera agotada, hasta incluso pudo quedarse dormida pensando en ello, en el sexo me refiero, no en matar a nadie (que aún seguía a mi lado).

Estoy un poco loco sí. No me importaría estarlo más y lo hubiera dado todo por ciertas locuras. Haberlo estado más aún y vivir esas locuras.
Y también me gusta estar relajado, durmiendo, en perfecto equilibrio.

Pero, ¿sabéis lo que me paso? Que me fui hundiendo cada vez más en mi asiento, no por miedo al batería, no porque la señora me transmitiera su sueño, lo hice, sencillamente, porque enfrente ya no había nadie y me gusta estirar mis piernas, no molestaras a nadie y nadie cruzará por encima.

El loco se levantó. Seguía tocando la batería cada vez de forma más desenfrenada, dando con los nudillos en la ventana de la puerta del vagón. Se abrió la puerta y se fue medio trotando.
La señora se despertó. Cerró su libro. Lo metió lentamente en su bolso. Se dirigió tranquilamente a la puerta y salió también, andando despacio.

Yo me quedé solo. Sin batería y sin libro.

Espera, espera… quizás, quizás… quizás la señora no estaba dormida, quizás, es cierto, estuviera leyendo un libro sobre asesinatos en serie, quizás la loca sea ella y estuviera haciéndose la dormida. Puede que, al salir del metro, haya seguido al loco de los cascos y que éste, no este loco ni borracho, sino simplemente resfriado y feliz.
Quizás… le haya seguido hasta la misma puerta de su casa, le haya hecho cualquier pregunta trivial y le haya acribillado allí mismo a navajazos, por molestar más de la cuenta, le haya dejado el libro entre las manos y se haya puesto ella los cascos.

Casi hasta me sentí culpable de haber estado en medio. Quizás, sólo quizás, si me hubiera levantado, hubieran podido mirarse y entenderse, charlar y hasta tomarse unas cervecitas juntos. Cachis. Cosas que pasan.

martes, 8 de septiembre de 2015

El silbido del diablo

Suele acercarse silbando. El diablo me refiero. Siempre he creído que quién silba es porque algo le corroe por dentro y necesita expulsarlo.
En el caso del diablo, necesita expulsar el aire viciado que le inunda, la podredumbre que le carcome su alma.
Suele acercarse por la espalda, silbando. Y se coloca detrás de ti. Puedes notar su presencia, puedes sentir su nauseabunda presencia, puedes sentir su respiración, puedes sentir su aliento en tu nuca. Se queda ahí unos segundos. Y pone su mano en tu hombro. Quizás, hasta se le ponga dura.

Tranquilo… tranquilo Quique…

“Enrique, ¿Tú piensas que soy mala persona?”

Cierro los ojos. Tranquilo… cálmate. Si me doy la vuelta rápidamente denotaré miedo y ganas de contestar rápido, para intentar quitármelo de encima, así que continúo unos segundos más a lo mío. Cuento hasta 5, hasta 10… y me doy la vuelta, despacio.
Y le miró a los ojos, al centro de sus ojos. Sin pestañear. Sólo eso le hará dudar. No contesto aún. Que sufra. Que dude.

“Lo que yo piense importa poco”

Veo su cara de sorpresa. De odio. De asco. Traga saliva. Tiene ganas de escupir. Porque al diablo le gusta escupir. Porque le gusta mentir.

“Pero dime, después de todos estos años”

Sonrío. Para que sepa que en el fondo me inspira lastima.

“¿Y tú? ¿Tú que crees?”

Se acerca a la ventana y escupe. Lo necesitaba.

“No encontrarás en tu vida una persona mejor que yo”

Si me rio le alteraré aún más. Y tampoco es cuestión de eso. Si sonrío, quizás hasta se lo llegué a creer. Si me quedo serio, quizás llegue a pensar que le respeto. Mejor responder directamente.

“Eso espero. No encontrar en mi vida a nadie mejor que tú”

Aparta la mirada unos instantes. Se ríe entre dientes. Cree conocerme, pero lo que no sabe es que soy yo quien le conoce a él. Soy yo quien sabe todo de él.

“Dentro de unos años te darás cuenta, te arrepentirás de no haber hecho negocios conmigo”

Lo mejor es poner cara de que me la suda. De que me paso por el forro de los cojones lo que salga de esa boca. Hasta incluso poner cara de asombro.

“Quizás seas tú quien se alegre de no haberlos hecho conmigo”

Se ríe. Se ríe porque sabe que está perdiendo la partida. Se ríe porque sabe que conmigo jamás podrá. Quizás lo haya intentado, o lo intente, pero jamás lo hará.

“Siéntate un momento, quería decirte un par de cosas”

Si le digo que no, insistirá. Si le digo que no, pensará que tengo miedo y se le caerá la baba de pensarlo. Si le digo que sí rápidamente, pensará que me tiene a su merced.

“Tengo que acabar mi trabajo. Si quieres, nos vemos en un rato y me cuentas tus dudas”

Si se pudiera medir el grado de ira del diablo, hubiera explotado el medidor. Si fuera como en las películas, hubiera salido humo de su nariz. Vuelvo a hablar yo, para terminar de rematarle.

“Ya sabes que cualquier duda que corroa tu mente, puedes consultarla conmigo”

Veo como aprieta la mandíbula, si la mirada del diablo matase, no estaría ahora mismo aquí escribiendo. 
Es un experto manejando situaciones de tensión. Sé, porque lo sé, que no se dará por vencido hasta conseguir sus maquiavélicos propósitos.

“Será sólo un par de minutos, acabo rápido, lo que te tengo que decir es más importante que lo que estés haciendo”

Que pesado es. Aparte de nauseabundo y peligroso, es pesado, mucho, lo aseguro. Me dan ganas de decirle que no quiero escucharle, que no tengo nada que tratar con él, pero sé que insistirá. Es mejor responder sin mirar, como si me la soplase.

“A ver, cuéntame, ¿qué te pasa?”

Y empieza su juego, porque se piensa que ya me tiene cogido. Tenía el sermón ensayado y mientras habla veo como la saliva le resbala por los labios, como su barriga crece, con su mirada perdida como en un mitin dirigido a borregos.

“Puedo admitir que no hayas querido hacer negocios conmigo, otros habrá que sí lo quieran. Lo que no admito es que me hayas mirado a los ojos, me hayas retado y me hayas vencido. Lo que no admito es que me hayas dejado en ridículo delante de todos. Eso, niñato de mierda, no se hace y, te aseguro, que vas a pagar por ello”

Esto que cuento, como si fuera un cuento, como si fuera un chulito, es difícil. La realidad supera la ficción. Lo que más me jode es pensar que se pueda llegar a masturbar luego, pensando en mi cara de acojone, de angustia. No le daré ese placer.

“No se puede dejar en ridículo a alguien que ya de por si lo es. Y no vuelvas a amenazarme.”

Si me levanto y me voy, dejándole con la puta palabra en la boca, pensará que tengo dudas y seguro me seguirá, quizás no hoy, ni mañana, pero no parará. Ya no tengo dudas. Le miro, a los ojos. Que se levante él. Y se levantará. Os lo aseguro.

Vuelve con su discurso.

“Llevo varios días sin poder dormir… pensando… es una situación difícil para mí, pero al final he tomado la decisión de denunciarte por todos los delitos que has cometido”

Le miro sin pestañear. Sé, porque lo sé, que puede estar con una grabadora encima. Le excita luego escuchar las conversaciones y ponérselas a sus secuaces.

“Yo no he cometido ningún delito, tú sí. Y debes saber que grabar conversaciones privadas también lo es”

Traga. Traga pedazo de hijo de puta.

“Podemos llegar a entendernos. Mira, de verdad, no quiero hacerlo, te propongo que lleguemos a un acuerdo”

Me quedo callado. No digas nada Quique. Cállate. Que sea él quien continúe. Porque va a continuar, oh sí, claro que sí, lo está deseando, lo necesita. Me mira, piensa que no podré decir que no. Piensa, en su idiotez, que le diré que si a todito.

“Sólo te voy a pedir dos favores: el primero que dejes tu puesto, que renuncies a él y, el segundo, que testifiques a mi favor en todos los procesos que tengo abiertos, si lo haces, no tendrás de que preocuparte”

Vale. Venga. De verdad. No aguanto más. Me descojono vivo. En su careto.

“Jajajajajaja, ay Dios… Dios… ¡Dios!, eres miserable, das auténtica lástima, jajajajaja, háztelo mirar, de verdad, si no es por ti, hazlo por tu familia”

Atención. Como si le hubiera plantado una hostia en todos los morros.

“¡Eres un delincuente! ¡Eres un ladrón!, ¡tú lo has querido!”

En fin. Sí, yo lo he querido, en eso lleva razón. Es momento de terminar.

“Haz lo que tengas que hacer, lo que tu miseria te diga, que yo, no lo dudes, también haré lo que tenga que hacer”

Sonríe. Sabe que estoy tan agotado que quizás no pueda llegar a hacerlo. Juega con eso. Pero conmigo ya debería saber que siempre que juega, pierde.

“¿Me estas amenazando tú a mí?”

Ya me cansa. Ya me aburre.

“Quizás reines un tiempo aún, pero será por poco tiempo. Te queda poco para quitarte esa mascara. Llegará el día en que supliques de rodillas. Desaparece de mi vista. Hazlo.”

 
No os enfrentéis nunca, nunca, con un diablo. Escapad. No hagáis lo que yo, ¡corred!, pues, aunque no lo consiga, intentará seguir silbando mientras se acerca a vosotros.

 

 

lunes, 7 de septiembre de 2015

Tomb Raider III - Adventures in Union Park


Fue pasando el invierno y Tomb Raider se convirtió en un vicio. Para cualquiera que haya podido disfrutar con las aventuras de Lara Croft lo entenderá perfectamente.
No podía dejar el juego. Daba igual donde, como o porque, pero había que jugar.
Lo más alucinante era observar cómo, después de jugar, Lara se quedaba dormida sobre mí.
¿Cómo podía preferirme a mí como jugador para ir completando sus aventuras? Aún no lo entendía.

Para los que conozcan el juego, sabrán de sobra lo bien que se mueve Lara en el agua, bueno, en el agua y en todas partes.
Hay muchas piscinas en Madrid, pero a ella le gustaba ir al Parque Sindical, con esa enorme lámina de agua, lugar perfecto para su entrenamiento y sus juegos.
Y la gustaba tumbarse cerca de la piscina, cerca del agua.
No es lo mismo. No es lo mismo desear que abrazar. No es lo mismo soñar que sentir.
No es lo mismo imaginar que ver. Nada es lo mismo, ni siquiera en los juegos.
Yo sólo sonreía y negaba con la cabeza. Aquello no podía terminar bien.

El bikini se le pegaba al cuerpo, como si fuera parte de él.
Nadaba y nadaba. Y buceaba, salía y entraba. Yo miraba.
Que bien nadas… Fui a clases de pequeña, metete conmigo…
Se tumbaba boca arriba, yo sujetándola. Se quedaba así, tomando el sol dentro del agua, ronroneando. La encantaba quitarse un ratito la parte de arriba y yo… yo… eh… vale… lo acepto.
Salía de la piscina muy despacio, como si tuviera miedo a caerse.
Se acercaba moviéndose, lentamente, sabía que todos la observaban.
Se quedaba de pie delante de mí, recogía su melena y escurría el agua, mirándome mientras las gotas caían por su cuerpo.
Y empezaba con su ritual. ¿Por qué me hacía aquello? Bajaba, inclinándose poco a poco, primero una rodilla, después la otra, después una manita y terminaba con la otra, así, en esa posturita… Colocaba con delicadeza las cuatros esquinitas de la cama y, gateando, se acercaba despacio y me comía la boca. Chica, ¡por dios!, ¿no te das cuenta de cómo te miran?

Se desabrochaba… y dejaba que el sol la fuera poniendo negra.
Yo me ponía de medio lado para contemplarla.
Era inevitable no querer tocarla.
Desde su boca, por su cuello, sus hombros, bajando…
Ella subía sus brazos, suspiraba y se dejaba.
Yo bajaba y colocaba un poquito su bikini, rozando…
Se daba la vuelta, la encantaba y yo continuaba con mi juego.
Y no podía más… y me colocaba sobre ella, encima…
Jo, me quitas el sol… Déjame estar así, sólo un poquito, por favor…

Me tenía a su merced. Enganchadito al juego. Me encantaba.
Lo dejas todo por el juego. Lo estaba dejando todo por el juego.

A veces tenía que abandonar la misión durante unos minutos, pues tenía que abastecer la mochila de Lara con algún refresco o heladito. Era el momento idóneo que aprovechaban otros para acercarse y disparar sus flechas. Incluso alguno dejaba mensajes intrigantes intentando seducir a nuestra querida protagonista. Jamás fui celoso.

Cuando yo salía del agua, ella seguía un ritual parecido. Me invitaba a acercarme señalándome con el dedo, que me quedase de pie, encima de ella, la gustaba sentir caer las gotas de agua, de mi cuerpo al suyo, de mi bañador a su bikini. Aliviaba su calor… eso me decía…
Y cuando las gotas se acababan, con su dedito, me invitaba a bajar.
Estaba empezando a ser un juego peligroso, muy peligroso.

Pasaban las horas. Ardiendo bajo el sol. Se acercaba la hora de cierre, las 8 de la tarde.
Cada vez menos gente, cada vez más apartados. Cada vez más solos.
La megafonía te decía que las instalaciones cerrarían en 15 minutos.
No hacía frio, pero el sol cada vez estaba más bajo. Y corría una ligera brisa.
Excusas. Excusas perfectas para arroparse con las toallas.
De medio lado, ¿Qué lees…? ¿Te interesa? Bastante…
Más cerca, espera, aparta un poquito… deslizándose…
Calor… Sobrecogedor. Gemidito. Boca entreabierta.
Ya, ya lo sé, no digas nada…
No te muevas, pero no salgas, te lo ruego… sigue ahí… sigue…

15 años después he de reconocerlo: no me gustaba ir a la piscina. No me gustan las piscinas.
Pero el juego me tenía seducido y, si Lara me lo hubiera siquiera insinuado, habría sido capaz de bajar hasta el mismísimo infierno a pactar con el mismísimo diablo. Hubiera sido capaz de cualquier cosa. Hubiera sido capaz de todo.

jueves, 3 de septiembre de 2015

DE ACAMPADA EN EL POLO SUR ARTICO


¡¡Como sopla el viento!! Hace mucho frío y Ricardo y su Papá están con su tienda de campaña, de acampada... nada más y nada menos que... ¡¡¡EN EL POLO SUR ARTICO!!!
¡Hay que taparse! ¡Hay que taparse!! ¡Corre, chico, corre!, ¡¡¡que frío hace!!!
¡Uy!, ¡cierra Ricardo!, así, los dos tapaditos, aquí dentro de la tienda, que no entre frío por ninguna rendija.

Es de noche, esta oscuro y fuera nieva y hace muchisiiiiimo frío, claro... es que estamos en el ¡¡¡Polo Sur Ártico!!!
Ven, acércate, juntitos, así nos daremos calorcito.

-          Papi, papi, ¡Mickey tiene frío! ¡Que pequeño es!
-          Abrázale, ponle en medio de nosotros, verás como entra en calor.

Ssssss ssssss ssssss ffffff ffffff
¡¡¡Como suena el viento!!! ¡Si sacamos la nariz seguro que se nos queda congelada!
Vamos a encender la linterna de bob esponja, así nos veremos, una lucecita en medio del Polo Sur Ártico.

¡chap! ¡chap! ¡chop! ¡chop! ¡paf!
 
-          ¡¡Ayyy!! ¿¿Qué es eso Papi??
-          No sé... parece el ruido de pisadas... contra el suelo... ¡¡no tengas miedo!!

¡Miau! ¡Miau! ¡Miau! rrrr rrrr

-          Papi, papi, ¿que suena?
-          Parece un gato ronroneando... ven, vamos a abrir un poco la tienda, vamos a mirar con la linterna... ¡Mira Ricardo! Es un gatito...
-          ¡¡Si!! y es pequeño... está solito... y tiene frío, ¿lo dejamos entrar?
-          ¡Claro! entra gatito, entra, acurrúcate con nosotros, así se te pasará el frío.

¡chap! ¡chap! ¡chop! ¡chop! ¡paf! ¡zas!
 
-          ¡Papi! ¡Papi! ¡¡Otra vez!! ¿Qué será? Tengo miedito...

¡Guau! ¡Guau! ¡Guau!

-          No tengas miedo pequeño, vamos a mirar otra vez, ¡Uy!, pero... si es un perrin, ¡¡mira Ricardo!!
-          ¡¡Si!! y es muy pequeñito y sólito también, está tiritando, ¿lo dejamos entrar?
-          ¡Claro! entra perrito, entra, hay sitio para ti también, vamos a abrazarlos Ricardo, ¡¡están tiritando!!

¡chap! ¡chap! ¡chop! ¡chop! ¡paf! ¡zas! ¡cras!
¡auuuu! ¡auuuu! ¡auuuu!

¡Ricardo pega un respingo! ¡Los ojos como platos! ¡¡¡Las manos a mi cuello!!!
 
-          ¡Papa!, ¡¡¡¡papa!!!!
-          ¿Qué pasa? ¿Qué pasa?
-          ¡¡¡Un lobo!!! ¡¡¡Nos va a comer!!!
-          Que no... ¡¡no tengas miedo!! !son ellos los que nos tienen miedo a nosotros Ricardo! ¡Y con razón! Ven, corre, vamos a volver a mirar...
-          Abre poquito Papi...
-          ¡¡Uy!! ¡¡Mira Ricardo!! Es un lobito...
-          A ver, ¡a ver Papi!, ohhhh, si es pequeñín, parece una bolita de pelo, ¡¡mira su cola!! ¡y también esta sólo! ¿¿Lo dejamos entrar??
-          ¡¡¡Por supuesto!!! Aunque ya queda poco sitio... ¡entra lobito! ¡No tengas miedo! Aquí estarás a gustito.

 
¡CHAP! ¡CHAP! ¡CHOP! ¡CHOP! ¡PAF! ¡ZAS! ¡CRAS! ¡PLAF! ¡PUM!!
¡Ggrrr! ¡¡¡Ggrrrr!!! ¡¡¡¡Grrrrr!!!!

Ricardo, el gatito, el perrín y el lobito ¡apretujados! ¡¡¡Temblando de miedo!!!

-          ¿¿Que os pasa chicos??
-          ¡¡¡¡Papaaaaa!!!! ¡¡¡¡¡Un monstruo!!!!!
-          ¡¡¡No!!! ¡No puede ser! ¡¡Vamos a ver chicos!! ¡¡¡Podremos con él!! Pero.... jajajaja, mira Ricardo... es un osito...
-          ¿De verdad? ¿No me engañas?
-          ¡¡Claro que no te engaño!! ¡¡¡No existen los monstruos Ricardo!!!
-          ¡¡Es verdad Papi!! ¡¡¡¡Es verdad!!!! ¡¡Es un osito!!, ¡¡que blanco!! y también esta solito, parece hambriento... ¿¿¿lo dejamos entrar??? Porfi...
-          Eh… ¡Vale! ¡Chicos! ¡Haced sitio al osito! ¡Vamos a darle una galleta!

 
Acurrucados, en la tienda, abrazados, ¡no tenemos frío! ¡¡¡NO TENEMOS MIEDO!!!
Sigue nevando, apago la luz...
Zzzzz zzzzz zzzzzz
¡Dormid chicos! ¡Sueña Ricardo! No dejes nunca de soñar
De acampada en el Polo Sur Ártico
 

martes, 1 de septiembre de 2015

Unamierdapinchaenunpalo


Unamierdapinchaenunpalo. Nos doblamos de la risa, no por la expresión, sino por la forma en que lo dijo, señalándome con el dedo y así todo de seguido, como lo escribo.

- Como no vengas eres unamierdapinchaenunpalo. Y dejaré de hablarte, que lo sepas.
- Jajaja, joder macho, como te pones.
- Ni como me pongo ni hostias, ya lo sabes.

Kilómetros y kilómetros, arriba y abajo todo el verano. He quemado hasta las ruedas, de hecho las tuve que cambiar. Pero bueno, allí estaba, ¿lucecitas y banderines? Bah, da lo mismo, vengo a emborracharme.
Quería llegar, tengo que reconocer que esa tarde esperaba algo…, no sé, no sé porque lo esperaba, pero no pasó nada. Quizás sea mejor así.

Y empezamos… y que mejor para empezar que algo de grasa, para lubricar el cuerpo, no podía ser de otra manera. Panceta, choricitos, morunos y morcillitas. Venga, to pa dentro.

- ¿Qué? Parece que tienes hambre… ¿no te han dado de comer este verano?
- Ceno mal últimamente.
- Pues venga dale, a ver si engordas estos días…, espaleti.

Me gusta asomarme a la puerta, ver a la gente de un sitio a otro. Notar y sentir el ambiente después de tantos años.

- ¡¡Ehhhh!! ¿Qué pasa? Pásate luego a tomar un pelotazo ¡mangurrian!
- Vale trastornao, luego voy.

Para ver al trastornao, tengo que pasar por delante. Por delante de recuerdos, por delante de miradas.

- Hola Olga, ¿Qué tal?
- Quique… vida… ¿eres tú?
- Jajaja, sí claro, soy yo.

Seguía llamando vida. Seguía teniendo mucha vida. Y seguía hablando con esa rapidez y desparpajo, con esa fuerza, que me hacía sonreír. Tan encantadora como siempre.
Hay otras miradas, pero es mejor pasar de largo, no saludar, con la mirada lo dices todo. Dices el cariño que sientes.

- ¿Qué pasa trastornao? Buenas noches a todos.
- Buenas noches cabronazo de mierda.
- Joder, como os cuidáis, ¿no?
- No vamos a ser como vosotros, ¡no te jode! Aquí cenamos calidad, no como otros muertosdehambre.
- Jajaja, eres un zampabollos, ¿no ves cómo te estas poniendo?
- No me vengas tocando tú también los cojones, ¿Qué bebes?
- Ron. Cacique. ¿Tenéis?
- Pues claro, toma barlochi.
- Gracias. Oye, ¿y mi camiseta?
- Ala venga, ya estamos, no tienes lo que hay que tener.
- ¿Tú crees?

Soy sincero, me puse muy chuzo. De estas veces que vas como en una nube, que te descojonas vivo. Saludando y pululando de un sitio a otro. Pero chica… ¡que nos van a mirar todos!, ¡upss…! Jajaja ¡no te vayas aún!
¿Qué sería de unas buenas fiestas sin la correspondiente y casi siempre divertida pelea popular? Se va a liar… ¡patas arriba! la mitad del baile por los suelos, ¡me cago en Dios!
A ver… digo divertida, porque solo unos minutos después ya te estas riendo.
Lo más cojonudo fue ¡lo mato! y ese tío rebotando y deslizándose por el asfalto, él solito oye, sin ayuda de nadie. Alpasandías, tragacervezas, se puso de medio lado y se levantó como pudo. Aún me descojono.

Tengo que reconocer que dormí como un bebe. Tengo que reconocer que es relajante sentir que puedes dormir, saber que nada, ni nadie, molestarán tu descanso. Que puedes levantarte a la hora que te salga de los mismísimos cojones.

Me desperté. Me fui a levantar y gemí del dolor. Joder… me dolía el cuerpo entero. Sentía los brazos entumecidos, sería de sujetar, entre otros, al alpasandías, o también de sujetarme a mí, ya ni me acuerdo. ¡Clac! Era mi rodilla… sonó al levantarme de la cama. La miré. Estaba hinchada la pobre y me dolía. Sería de los saltos del baile, de caer mal, será que me hago viejo…, será gota… ¿gota? ¿¿gota?? Estas grillao tío…

Me levanté con la duda. Tanto alcohol…
Aproveché un watsap de Pablo preguntándome que tal, para hacerle la consulta.

- Oye tío, ¿tú crees que será gota?
- Si, sin duda, háztelo mirar sin falta.

Mecagoento… Salí a la calle y me cruce con uno de mis primos.

- Debe ser gota macho…
- Jajaja, ¿pero qué dices? ¿quién te ha dicho eso?
- Joder yo que sé, alcohol, grasa, articulación hinchada…
- Jajaja, ¿con tu peso y edad? Y además la gota empieza por el dedo gordo del pie.
- ¿Ah sí?
- Si… qué harías anoche…

¡Bien! ¡No tenía gota!, ¡yupi! dolorido pero sin gota. Conteste a Pablo, se descojonaba de la risa. Vamos a tomar algo.

Esa morena apoyada en la pared. Sonriendo con sus gafas de sol. Y yo con las mías.
Me suena… me está mirando. Lo sé. Se nota. Esta sonriendo y me está mirando tras los cristales, como yo la miro a ella. ¿La conozco? Esto es raro…
Me fijo en ella. Tatuaje en el tobillo. Morenaza.
Se acerca, se está acercando, se planta delante, sonriendo, se quita las gafas de sol.

- ¿Eres Quique verdad?
- Pero… Rebeca…

Me abrazó y me plantó dos besazos en las mejillas, de estos que suenan.
Siempre, siempre, siempre con esa sonrisa en la cara.
Mi mente viajo en el tiempo…

- Joder, llevo un rato diciéndome que me sonaba tu cara…
- Ya, yo igual. ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿veinte años?
- Pues si… por ahí, veinte años…
- ¿Qué tal te va guapo?
- Sigues igual… igual de guapa…

Nos quedamos mirándonos, a los ojos. Nos dio por reír, agachamos la cabeza.

- Me ha encantado volver a verte, de verdad.
- A mí también Quique.
- ¿Sales luego? Sal y nos tomamos algo.
- Gracias… pero no, no creo…
- Ya… bueno, entiendo, como quieras.

Nos volvimos a abrazar. Puso su mano en mi cara y volvió a darme esos dos besos. Note su cariño. Note que se acordaba. Adiós Rebeca. Adiós Quique.

Me he paseado entre ellos. He paseado con ellos. Te ven venir y huyen a tu paso, son ellos los que huyen de ti. Me gustaban aquellos que estaban solos y te miraban fijamente, sin inmutarse, quizás, incluso, entendiendo todo, ¿Por qué no?
Y luego… Es increíble, es su sangre. Sinceramente los amo.
¡Corred chicos corred! Su primer encierro. Los dos traspasaron las rejas y, aun así, siguieron corriendo como alma que les lleva el diablo. Me partía de la risa.

Hamburguesas. Dos. Tenía hambre.

- No… si al final el espaletillao nos engorda…
- Jajaja, que quieres macho, tengo hambre.
- Hay tarta también.
- ¿Tarta? Mmm ¿de chocolate? ¡rica!

Suele suceder que si la noche anterior te has cogido una buena cogorza, no te apetece mucho probar el alcohol, pero claro, rodeado de ¡aleostiascopon!, pues eso, le das otra vez, te entra ya como si fuera agua.
Era momento de relajarse y compartir momentos y risas con la Comunidad.
Algunos de ellos se les notaban ya un poco agotados. El enano se arrastraba andando, al Rey se le notaba en la cara y el elfo estaba desaparecido en combate.
Quería animarles, aunque sabía de su fuerza. Va, con tres pelotazos como nuevos.

Cada vez más gente. Y más. Todo lleno. 3, 4, 5, 6… madrugadas, perdiendo ya la cuenta de los fresquitos. Aunque llega un momento que te entra el bajón y tu cuerpo te pide descanso. Abrí la ventana y me quedé escuchando las voces y risas de los últimos borrachuzos, escuchando a mi lechuza al fondo del valle. Duerme Kike duerme...

 
Cafecito rico por la mañana. Tranquilamente. Aún me duele la rodilla, pero ya no está hinchada. Ya no recordaba esa sensación, esa imagen, de estar con el café en la mano viendo correr a los toros desde la ventana, sin importarme nada más.

La tarde la dedique a dormir, sabía que por la noche no lo haría.

Otra noche de grasa y fresquitos. Has acabado con el cacique busi…

- Oye, ¿pero esto es la puta música que gusta ahora?
- Eso parece. Y que sepas que así no se baila.
- ¿Ah no? ¿pues cómo?
- Moviendo la mano así.
- ¿Así? La madre que me pario…

Me acerqué al Elfo. Alto. Fuerte. Joven y guapo. Aun así supe que la mierdapinchaenunpalo era él en esos momentos.

- ¿Qué tal? Te veo mala cara…
- Estoy machacado tío.
- Ya… lo sé. Cansancio mental, que es peor aún, que te agota.
- Pues sí.
- Anímate. Baila con tu chica joder.
- ¿Bailar? Que dices macho, que va.
- Pero… ¿tú te piensas que te están mirando? ¿tú te piensas que alguien está pendiente de ti?
- No lo sé…
- Jajajaja, pues que sepas que no. Olvídalo. Disfruta. Te lo mereces.
- Gracias Quique.
- Cállate anda, invítame a un fresquito y cambia ese careto, que pareces un portero de discoteca.

No había paredes, puertas ni ventanas capaces de aguantar aquel ruido. Retumbaba dentro, fuera, en todas partes. Tenía claro que esa noche los iba a acostar a todos. Iban cayendo de uno en uno. Miré atrás y me encontré con el primito trastornao. Los dos llevábamos ya unos cuantos encima.

- Así no se baila zopenco.
- ¡Anda ya! No tenéis ni puta idea de mover el cuerpo.
- Jajajaja, ¿y tú si no?
- Pues claro, no valis pa na, ¡pa na! ¡Lastimosos!
- ¿Ah no? Te hago una apuesta tontarrio.
- A ver… ¡qué sabes que te gano!
- Me quedaré hasta el final y me subiré al escenario, cogeré el micrófono y diré que por mis cojones nadie se acuesta hasta que se haga de día, que si yo no duermo, los demás tampoco.
- Jajajaja.
- A cambio, tú iras a por churros para todos, para desayunar.
- ¡Hecho! ¡Por la madre que me pario!
- Jajajaja.

Más madrugada. Miraba atrás y allí seguía el trastornao, moviéndose como eso mismo, riéndose y guiñándome el ojo. Joputa…
Miré adelante, miradas y más miradas. No te reconozco. ¿A éste…? Es que no le has conocido antes. Pero ya no es el momento. Más madrugada. Miré atrás. El trastornao había desaparecido, verás mañana cuando le vea.
Me di cuenta que me había quedado solo. No era la primera vez. Ni sería la última.
Me fume el último cigarro. Solo tuve que andar unos metros y dejarme desplomar. Esto se acaba chicos, nos tenemos que ir. Y se acabó. Silencio total.

Al día siguiente tuve camiseta nueva y churros para desayunar. Sonreí...

- ¿Ya te vas hombre?
- Sí, hay que volver. Algún día me quedaré, pero aún no.
- Repetirás el año que viene, ¿no?
- Ya veremos…
- Descansa, nos vemos.
- Nos vemos si, descansad vosotros, hasta la próxima.

 

El silbido del energúmeno - Capitulo 9

     Me es imposible abrir la compuerta del suelo. No sé si es debido a que me falta fuerza o a que el paso de los años la ha dejado atascad...