viernes, 23 de septiembre de 2016

Apriétame fuerte, protégeme


Tengo prisa y no me da tiempo a todo. Quiero correr pero me fatigo a los 7 minutos y 52 segundos de forzar mis piernas. Sé que puedo aguantar más pero tengo que seguir.
Últimamente tengo la rara sensación de que no llegaré a viejo. No me veo de viejo, aunque quizás lo soy con el tiempo. Quizás ya lo soy y no quiero reconocerlo.

Estoy bien, en plena forma, pero me pita en los oídos, debo cuidarme, pues estoy en riesgo. Me he encontrado con el riesgo de bruces y yo también lo he buscado. Quizás sea eso, que me gusta el riesgo.

El tiempo es una venganza. Alguien lo diseño así. El tiempo se acaba y la venganza, tarde o temprano, se consuma. Y se consume.
El circulo de una venganza que acaba por acorralarte y dejarte dentro, sin posibilidad de escapatoria. Por mucho que esgrimas tu espada, acabas destrozado de rodillas.

Toda la retahíla de pensamientos que cruzan mi mente deben ser conocidos con y por el tiempo. Los sueños, miedos, fantasías y sentimientos. Si, también sentimientos.

Quizás acabe poniendo cañas detrás de una barra, con algún amigo al lado, con música de U2, Radio Futura o Amaral de fondo, preparando pinchos de tortilla mientras los niños juegan en un columpio.

¿Cuándo se olvidan los sueños? ¿Cuándo? ¿Alguien lo sabe? Quizás aún sea un chico, un niño, y por eso no me veo de viejo. Porque mis sueños siguen vivos. Sigo riéndome del tiempo y de su venganza. Por eso me odia.

Las olas de los muertos se levantan y te arrastran. Miraba el horizonte, la sonrisa y la espalda. No te acerques al mar que te lleva con él. Aun así, espera, aún queda un rincón. Un rincón donde descansar y seguir soñando.
Mucho había cambiado, hasta te dirigen y te sitúan. Donde había libertad absoluta, ahora hay carteles con normas. Pero la arena es la misma.

El viento del sur te quema y te alivia. Apriétame fuerte, protégeme. Eso haré, eso debo hacer, pues sino la venganza me pillará sin avisar. Y quiero consumir mi tiempo protegiéndote, siempre.

¿De qué sirve la venganza si en el fondo solo pretendes vengarte de tus propias miserias y errores? Coges un aro, lo das vueltas sobre sí mismo, y sobre ti mismo, y te das cuenta que nunca se acaba. Mejor romperlo y que caiga al suelo, que deje de bailar sobre tu cintura.

El año que vivimos peligrosamente. Me gusta la película, pues sino sientes el peligro, el riesgo, acabas muerto en una cuneta, olvidado mientras te consumes.

Como dijo Andy Dufresne: “lo gracioso es que estando afuera de prisión era un hombre honrado. Tuve que entrar en prisión para convertirme en un criminal”.
Lo gracioso es que tenía mi vida, pero entre pitos y flautas se me cruzó otra. Y no paraba de escribir sobre ella porque me gustaba y era emocionante, bonita y peligrosa.

Fui al dentista y me recomendó dormir con una férula, pues aprieto demasiado mi mandíbula. No me extraña, tanto he callado y tragado, esperando que una simple mirada hablase por mí. Dormí con ella y pude vomitar.

Aún recuerdo, sí, aun. Quizás sea un obtuso, como el miserable alcaide de mi querido Andy, quizás es que no me entere de nada ni quiera enterarme. Solo me pregunto ¿Por qué? ¿Por qué yo? ¿Por qué a mí? Creo que nunca tendré respuesta. Y en un mensaje, de su mismo nombre, encontré el final: “Anoche pasó algo fenomenal, cuando me acosté había una hermosa luna y, de pronto, empezó a llover”.

Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes.

Quizás sea cierto, quizás me equivoque, quizás me haya rendido. Me quedé triste y pensativo. Pero quiero oír el sonido de tu tren y de tu risa, ver tu león y tu piano, volver a reírme contigo y sentir tu abrazo. Cumplir nuestra promesa de ayudarnos a ser felices. Porque si no lo haces, que lo sepas, te mataré. Porque soy un asesino ¿aún no lo sabes? Un asesino a sueldo, benévolo y compasivo, pero asesino al fin y al cabo. Leal, pero asesino. Guapote, pero asesino.

Te debo un anillo, pero que sepas que el poder corrompe. Y tú a mí un collar, aunque no me gustan las mascotas que lo llevan. Y lo siento, pero te voy a matar.


Venganza del tiempo y del circulo no me odies tanto, deja de pitarme al oído y déjame seguir siendo un niño. Y soñar con futbol, con peluches y juguetes, con niñas y toboganes en la piscina, con olas en el mar y con helados de fresa y chocolate. Con fantasmas y monstruos, con toritos y espadas. Con caricias y abrazos en la noche. Apriétame fuerte, protégeme.

Tengo un sueño. Se que no debería, pero aún los tengo. Sí me coges fuerte, muy fuerte, si me proteges en la noche, traspasaremos juntos el circulo.

El silbido del energúmeno - Capitulo 9

     Me es imposible abrir la compuerta del suelo. No sé si es debido a que me falta fuerza o a que el paso de los años la ha dejado atascad...