miércoles, 30 de mayo de 2018

El vuelo de las mariposas


Era bonito perseguir mariposas. Recuerdo el encuentro. Recuerdo el olvido. Una voz susurrante en la noche, en pubs y locales nocturnos del centro. Las almas se pierden y se encuentran. Las canciones jamás llegan a cumplirse, pero era emocionante escucharlas.

Antes de conocer tu existencia. Durante el vuelo de las mariposas. Y hasta el día de mi muerte. Así lo escribí. Quizás nunca lo he dicho. O si lo he dicho no me hayas creído nunca. Aunque sí lo parezca, ¡Soy muy vergonzoso!

Lo que más me alucina de mí mismo es que no guardo rencor por nada. Como la canción de U2, en el nombre del amor, eso será. Si por algo me alaban es por mi lealtad. En Juego de Tronos hubiera durado un mísero capitulo, a no ser que fuera el mismísimo Jon Nieve y me hubieran resucitado.

En lo alto del abismo contemplo mi existencia. Miro a la noche y sigo teniendo miedo del invierno. Tu espalda me calma. Que me des la espalda es lo que pido, para poder recorrerla y abrazarte.

Cada día puede ser una maravillosa vida, bailando lo recordarás. Fuimos destino, por alguna razón inalcanzable. No sé lo que seré, así lo deseo. Tu sonrisa es la verdad.

Los finales ya escritos son odiosos. La historia se puede reescribir, a tu gusto. Coger una mariposa al vuelo entre tus dedos es casi imposible, sin miedo a dañarla. Si algo me infunde temor, pánico, terror, es poder dañar. Sonríeme, siempre.

Aún pienso en el campo de mariposas, las flores y las estrellas. Me voy haciendo mayor. El tiempo pasa. Me he dado cuenta que lo único que necesito realmente es nuestra complicidad, tu voz, tu amor.

viernes, 4 de mayo de 2018

Se acerca el invierno


A mi abuelo lo quisieron fusilar en la guerra civil. De hecho “se lo llevaron”, como cuenta mi tía, para fusilarlo de rodillas. Imagino que algún alma caritativa se apiadaría de él al final.

-          ¡Carguennnnn armas!
-          Eh…, espera, espera.
-          ¿Qué pasa muchacho? ¿Dudas ahora?
-          Si es que mi General, con este hombre jugamos al mus por las tardes.
-          ¿Y?
-          Joder, y también nos invita de vez en cuando.
-          ¿¿Y??
-          Cuenta buenos chistes.
-          ¿Y a mí que cojones me importa?
-          Además prepara unas gachas cojonudas.
-          ¿Gachas?
-          En efecto mi General.
-          ¿No jodas? ¿Con torreznos?
-          Vooooo, ¡deliciosas!

Lo único que recuerdo de mi abuelo es que estaba postrado en una silla, en la casa de mi tía Nina en Madrid. Siempre le recuerdo en la misma postura y con el mismo semblante, con la mirada pérdida. Tenía Alzheimer. Mi tío, para hacerle de rabiar y que despertase de su letargo, le susurraba al oído que venían los rojos a por él. Que cara ponía el pobre. Yo no entendía nada, pero mi tía le reñía, por lo que deducía que algo estaba haciendo mal mi tío.

Mi madre estaba “enamorada” de Suarez. Yo creo que por aquella época todo el mundo, de una manera u otra, estaba enamorado de Adolfo. Mi padre era concejal de Alianza Popular. Mi hermana ha terminado siendo comunista. En mi caso, conociendo a diestro a siniestro, siempre he solido hacer caso a mi madre: “No vayas ni el primero ni el último”.

Escucho y me producen todos una mezcla entre risa, curiosidad, pasotismo, perplejidad, bochorno, estupefacción. En definitiva, lo reconozco, ganas de llorar.

Hace poco un amigo me dijo que la guerra civil seguía muy viva entre nosotros. Que tendrían que pasar un par de generaciones más para que todo se olvidase. Que lo que estamos viviendo es fruto de aquello. No lo dudo, pero ¿Por qué?

Hace muchos años, en una reunión con unos desconocidos, una de ellos dijo que la “rojigualda” le daba vomitera. Yo no sabía a qué se refería con la “rojigualda”. Pensé que se referiría a algún plato típico o coctel de la casa. La bandera de España, mendrugo. Me la quedé mirando con sorpresa y le pregunté ¿Por qué? “Ay, no sé, me produce urticaria”. Yo flipaba en colores.

Puedo prometer y prometo que, sentado entre ellos como he estado sentado, son la mayoría unos analfabetos integrales, seres despreciables. Hacedme caso, aunque solo sea en esto. Su ridiculez puede llegar a límites insospechados. Su tontería, pero tontería me refiero a tontos de tontos, supera lo que pocas veces se ha visto. Su maldad es inversamente proporcional a su sabiduría. No todos, pero si la mayoría que decide.

Me produce vergüenza escuchar a los miembros del Gobierno. Y ya no digamos del resto de políticos, parlamentarios, oposición o como queramos llamarles.

Suele decirse que tenemos lo que nos merecemos. Me cuesta reconocerlo o creerlo para este caso. Pero las evidencias lo único que hacen es ratificarlo y así nos va y peor que nos va a ir.

Me da autentico asco ver la televisión. El odio, las barrigas bien llenas y los bolsillos repletos, mientras, a escondidas, se ríen a sus anchas de nosotros. Es lamentable.

¿Es que no hay nadie con un mínimo de decencia y lealtad?

Nos decían que no fuéramos porque nuestra vida corría peligro. Aquellos que no respetan la vida humana, su libertad y su dignidad, nos marcan nuestro futuro. ¿Es esto una sociedad sana y libre? Es como si alguien que no sabe hacer ni un huevo frito, ganase Master Chef.

¿Hasta dónde es capaz de odiar un ser humano? ¿Hasta cuándo?

Miles de pueblos desaparecen. Sin gente, sin futuro, sin agua, sin un mísero céntimo. Y mientras en otras zonas privilegiadas imprimen a doble cara de lenguaje, vanagloriándose de ello.

Nos encaminamos hacia lo desconocido (o no), como diría Jon Nieve: “Se acerca el invierno”.

Solo nos queda la Justicia, en sentido amplio, la Ley. Lo único que nos puede salvar es un Hombre Bueno, ¿Podrá? ¿Será capaz? El mal puede volverse contra el propio mal y hacer involuntariamente un bien, ocurre a veces. Dios lo quiera.









El silbido del energúmeno - Capitulo 9

     Me es imposible abrir la compuerta del suelo. No sé si es debido a que me falta fuerza o a que el paso de los años la ha dejado atascad...