lunes, 22 de febrero de 2016

5 escopetas, 38 céntimos, algún cacahuete pérdido y una tirita


Estamos de mudanza en mi empresa. Con ésta es la tercera desde que trabajo aquí.
Ahora mismo están todos (casi) revisando cajones y armarios, tirando o guardando para las nuevas oficinas, haciendo cajas sin parar. Yo les digo que estoy con el resumen mensual. ¡Qué gran invento mi famoso resumen mensual!

Me gustan las mudanzas. Es un buen momento para hacer limpia. Para tirar todo aquello que, desde hace tiempo, está ahí, pero no sabes muy para qué está ahí.
¿Me puede servir para algo? Ainss me da tanta pena tirar esto…
¿Y si aún lo necesito? Quizás algún día…
¿Y esto qué narices hace aún aquí?
¡A tomar por culo! ¡Con lo que mola trocear y tirar papeluchos!
Es una lucha encarnizada entre tu yo romántico y tu yo práctico.

Me gustan las mudanzas porque los marrones, esas cosas y papeles que te asquean, que llevan ahí meses sin terminar de solucionarse, cabe todo ello en una caja, y aún sobra sitio. Y te das cuenta de lo imbécil que eres, pues todos tus problemas se reducen a una pequeña caja de mudanza. Caja que podrías llevar a tu nueva oficina dando patadas por la calle, como un niño al salir del cole.

 
Mi padre y mi tío cazaban. Y tenían entre ambos 5 escopetas. Como ambos murieron, la Guardia Civil las requiso. Mi familia me encargó la tarea de intentar recuperarlas, pues eran un recuerdo. Y como soy así de gilipollas, pues a ello que me puse.

Después de varias pesquisas y visitas, pude comprobar que aún existían y que estaban depositadas en dependencias de la Guardia Civil. Para recuperarlas, tuve primero que sacarme la licencia de armas, lo cual es un engorro, porque aparte de la pasta que te cuesta, debes aprenderte el Reglamento de Caza, pasar un examen escrito, otro examen práctico (atine la diana de puro milagro), pasar un psicotécnico (más milagro todavía superarlo) y hacerme un seguro.

Sabiendo donde estaban las escopetas y ya con mi licencia de armas, tuve que recoger la firma de mis primos y hermana, legitimadas ante Notario, autorizándome para recoger las escopetas y ponerlas a mi nombre.

Y allí que fui, ya con todos los deberes hechos, a recoger esa parte de las reliquias de mi familia, ese recuerdo, al depósito de armas de la Guardia Civil, que, si no recuerdo mal, estaba por la zona de Atocha.

Llegué y me atendió un simpático Guardia Civil.

-          Hola, buenos días.
-          Buenos días.
-          Venía a recoger unas escopetas antiguas de familiares míos, que están aquí depositadas.
-          ¿Tiene Usted su referencia?
-          Si. Son estas.

Le enseñé un listado con las escopetas, que me había facilitado en otra anterior visita un compañero suyo. Hizo la oportuna consulta en el ordenador.

-          ¿Tiene licencia de armas?
-          Sí, claro.
-          ¿Y autorización para retirarlas?
-          Sí, están a nombre de mi padre y mi tío. Aquí traigo toda la documentación: certificados de defunción, el documento de Ustedes por el cual las requisaron en su día y la autorización de sus herederos para que yo pueda recuperarlas.

Se me quedó mirando con cierta ternura.

-          ¿Para qué quiere Usted estas escopetas?
-          La verdad para nada, para recuperarlas, son un recuerdo.
-          Le entiendo, ¿Tienen un valor sentimental para Ustedes?
-          Sí…, creo que sí.
-          Entiendo que puedan tener ese valor sentimental, pero sólo serán una carga.
-          Pero mi madre y mi tía quieren recuperarlas, les hace ilusión.
-          Pero la carga será para Usted.
-          No entiendo…
-          Tendrá que comprar un armero para guardarlas en su casa. Pasarlas revisión, renovar su licencia de armas y su seguro. Eso durante el resto de su vida, sino, se expone Usted a que se las vuelvan a requisar o a que se le imponga una sanción sino lo hace cuando deba hacerlo.
-          Ya..., bueno, pues lo haré.
-          Acompáñeme por favor.

Me llevó hasta una enorme sala, llena de mesas, repletas de escopetas, de todos los modelos, colores y tamaños. Varias personas y guardias se paseaban por la sala, echándolas una ojeada. Al rato, se me acercó con las 5 escopetas.

-          Aquí tiene Usted las escopetas de su padre y su tío.
-          Gracias.

Me quedé mirándolas. No tenían nada de especial. 5 viejas escopetas de caza, sucias y desvencijadas. Imaginé a mi padre y mi tío con ellas al hombro por los cerros de mi pueblo, disparando a los conejos.

-          ¿Le gusta a Usted la caza?
-          ¿A mí? No he cazado en mi vida.
-          Se lo digo porque estas escopetas ya no le servirían para cazar.
-          No pretendo cazar. Ya le he dicho que sólo es.., no sé, el hecho de recuperar algo de la familia.

Volvió a mirarme despacio, sonriendo.

-          Mira, te seré sincero. Ya te he dicho que entiendo el posible valor sentimental que puedan tener para ti o tu familia, pero estas escopetas solo te van a generar problemas. No te gusta la caza, aunque con estas ya poco podrías cazar. No son lo suficientemente antiguas para que puedan tener un valor económico, ni ahora, ni nunca, pues no tienen nada de particular. Si las dejas aquí depositadas, saldrán a subasta y te aseguro que nadie pujaría por ellas, no darían ni un céntimo, ni siquiera algún coleccionista. Como estas o parecidas hay miles, y mucho más modernas.
-          No busco dinero.
-          Lo sé. Tu madre y tu tía las verán, se quedarán satisfechas, pero se olvidarán. Y tú tendrás que guardarlas, conservarlas, pasarlas revisión, eso aparte de tener que renovar tu licencia de armas y tu seguro.
-          Si las dejo aquí, las sacarán a subasta y si nadie las coge como dice Usted, al final las destruirán.
-          Si, así es. Mira, haz lo que quieras, está en tu mano. Si quieres llevártelas, hacemos el papeleo y te marchas hoy con ellas. Como tú, en tu caso, han pasado otros por aquí, solo te digo todo esto por experiencia. No te merece la pena. Solo son problemas.

Miré las escopetas. Pensé en todo lo que había hecho hasta llegar allí, solo para llevármelas. Medité sobre las obligaciones que tendría.
A mis primos se la traía floja las escopetas, y ya no decir de mi hermana. Pero pensé en mi tía y mi madre.

-          Te dejo aquí un rato para que lo pienses o si quieres llamar a alguien. Decidas lo que decidas, dímelo.
-          Vale, gracias, hasta luego.

 
En las mudanzas tienes que elegir. Aquello que tiras de forma definitiva, aquello que decides no tirar pero dejarlo en el archivo y aquello que irá contigo a tu nuevo despacho. He tirado muy poco. He dejado mucho en el archivo. Y me llevo solo lo que se me puede valer para el futuro. El pasado no existe y el presente se nos va de las manos.

Muy pocas veces abrimos los cajones. Y te encuentras con cosas realmente sorprendentes. Cds que no sabes ni lo que contienen. Clips de estos enormes, tamaño gigante. Algún cacahuete perdido. Una corbata de la época de Matusalén. Pilas ¿funcionarán? Cables de ordenador. Gomas. Fotos tamaño carnet. Un mechero. Una calculadora de estas de chicos pequeños. 38 céntimos de euro. Una navaja multiusos. El informe médico sobre mis cervicales. Llaveros de empresa. Dos sobres de azúcar. Una tirita. Y, al fondo, un poster del Atleti, de cuando fue campeón de liga.

He cogido los 38 céntimos, que junto con 12 céntimos más, me servirán para tomarme un café aguachirri en la máquina de la empresa.
Y me he guardado la tirita, para curar una herida, pues siempre contaré con ella.

¡Ah! Por cierto…, para los que quieran saber lo que paso con las escopetas, decirles que no las recogí. Salió victorioso mi lado práctico y cómodo.
Cuando en alguna reunión familiar sale el tema, yo intento convencerles (convencerme más bien) de que tomé la mejor decisión; pero, en el fondo de mí, mi alma, mi corazón, me dicen que no, y me arrepiento. Me dicen que realmente quería recoger esas escopetas, cargar con ellas, aunque solo hubiera sido para poder haber notado, sentido, la cara de ilusión de mi tía y de mi madre.

 

viernes, 12 de febrero de 2016

Necesito una chimenea

Este fin de semana dan lluvias. A mí también me gusta cuando llueve.
Estoy deseando irme al pueblo y encender la chimenea. Cuando llego mi madre ya la tiene preparada, solo tengo que encender la cerilla, acercarla y esperar.
La habitación de la chimenea es silenciosa y, por alguna razón misteriosa, no tienes conexión a nada, como si de repente desaparecieras y te apartaras del universo.

Un buen lugar para sentarse, observar las llamas y escuchar la lluvia.
Un buen lugar para leer o tomarte un café.

La Comunidad del Anillo no tiene preparada ninguna fiesta ni celebración, así que tendré la excusa perfecta para no tener que cerrar la taberna.

Espero que por el día la lluvia deje un poco de margen, para poder coger la bici y subir al monte o bajar al río con Ricardo.
Si vamos hacía el monte, lo malo será la subida. Pero nos podremos perder entre los caminos y encinares, quizás nos crucemos con alguna rapaz. Lo divertido será la bajada.
Si vamos hacía el río, la bajada nos hará partirnos de la risa. Veremos el río, que relaja mi mente cada vez que lo miro. Lo malo será la subida, Ricardo empezará a lloriquear y tendré que cargar con bicis y mochilas. No me importa.    
En ambos casos, seguramente, nos llenaremos de barro.

Y espero que por la noche la lluvia aparezca sin cesar, que llueva tanto que limpie todo, que llueva tanto que haga que se vaya la luz, para encender velas y quedarme delante de la chimenea.

 
Quizá todavía tenéis miedo de la niebla, la sombra de los árboles, el agua profunda, las criaturas del bosque, ¡No temáis!, Pues esta noche estáis bajo techo.
Os limpiareis las manos sucias y os lavareis las caras cansadas. Fuera esos abrigos embarrados. Peinad esas melenas enmarañadas.
¡Tened paz ahora! No prestéis atención a ningún ruido nocturno. Pues nada entra aquí por puertas y ventanas salvo el claro de luna, la luz de las estrellas y el viento que viene de las cumbres, ¡Buenas noches!

miércoles, 3 de febrero de 2016

El trastornao


A veces pasas momentos apurados, ya sea en el trabajo o en tu relación con los demás. De estas veces que te dan ganas de descojonarte de la risa y, al mismo tiempo, no sabes cómo salir del embrollo.
Es gracioso hacía donde pueden derivar las conversaciones y relaciones con los demás, los malos entendidos y nunca conocer verdaderamente sus razones, o no querer entenderlas, o no saber, o no poder.  

¿Qué esperamos de los demás? ¿Qué somos o hemos sido con toda la gente con la que te cruzas en la vida? ¿Por qué me hago estas preguntas? Quizás sea por haberme quitado peso de encima. De hecho, hace tiempo que no me duelen las cervicales, aun así admito masajes. Es como un corredor de fondo, que sabe que tiene todas las papeletas para ganar la carrera, pero está agotado, ya no puede más, y solo piensa en llegar a la meta. Y alucina pensando en cómo lo va a celebrar, en las declaraciones que hará, en las fiestas que se montará, pero, llega a la meta y se desploma. Y solo piensa en recoger la medalla, escuchar el himno y desaparecer.

Me gustaría poder mirar a los ojos y preguntar a ciertas personas: ¿Qué he sido para ti? ¿Qué he significado para ti? Si es que he sido algo, si es que he significado algo.
O simplemente preguntar algo tan sencillo como: ¿Por qué?
Nos empeñamos en buscar donde no te quieren encontrar, en mirar donde no quieren que les mires, donde ya no hay nada, en sentir cuando al otro lado hay encefalograma plano, en recordar cuando la memoria no ha existido nunca.

Hace un tiempo me dijeron que hacía felices a los demás. Y me quedé pensativo. Y durante un tiempo esa observación hacía que todo tuviera sentido. También que soy un hacedor de sonrisas, lo cual me hace sonreír. O que soy una luz en la oscuridad, lo cual es precioso, lo quiero, eso es, me quedo con tu luz.

 
El trastornao, del que he hablado en algunos de mis relatos anteriores, es un personaje de mi pueblo. Tendría cabida en alguna novela de Eduardo Mendoza o en alguna película de Torrente, de hecho, se tira el firiguiti de que ha actuado en alguna de ellas, haciendo cabriolas con la moto.

El trastornao dice ser policía (nacional, sí, aún tenemos Nación). Dice trabajar en la Comisaria de Información, dice trabajar en la lucha antiterrorista (sí, cada vez hay más terroristas). Si tú le ves por la calle, casi te dan ganas de darle unas monedillas. Más bien bajo, con la barriga cada vez más pronunciada, de tez morena, orejas pequeñas y ojos negros muy vivos, con andares de pueblerino hasta decir basta, que parece que le han molido a palos hace escasamente cinco minutos. Suele vestir de manera casi andrajosa, vergonzosa sin duda. Creo que se afeita una o dos veces al mes y el tema de los baños ya lo desconozco. Si le escuchas como habla, tus dudas de que se pueda tratar de un paleto asilvestrado trastornado guarro, se corroboran al momento.

Si quieres reírte, escúchale. Si quieres descojonarte vivo, siéntate con él a comer.
Porque en el fondo, es todo una farsa. Todo es mentira.
Es un artista y lo hace bien.
Móvil. Sonando. Llamada entrante.

-          ¿Qué pasa trastornao? ¿Cómo te va?
-          Enrique, ¿Enrique?
-          Dime, sí.
-          Ah, Enrique, ¿eres tú?
-          Pero cómo que si soy yo, pero si me has llamado tú.
-          Que me has dado un toque.
-          ¿Qué te he dado un toque?
-          Si, copón, que me has dado un toque, ¿Qué quieres?
-          ¿Pero qué dices?
-          Que si quieres algo, que me has dado un toque.
-          ¿Qué te he dado un toque? Joder macho, cada día estas peor, no sé de qué me hablas.
-          No me digas que no, porque ya voy entendiendo estas cosas.
-          ¿Pero qué cosas? ¿Qué cojones dices?
-          Coponaria, ¿sabes que la Susi me hizo un Facebook no?
-          A ver trastornao, como no lo voy a saber si fui tu primer amiguito, después de la Susi.
-          Bueno, a ver, a lo que voy, es que esta mañana me he metido, porque ya voy entendiendo de estas cosas eh, y me habías dado un toque.
-          Jajajaja, pero te lo di hace tiempo, porque tú me lo diste a mí.
-          ¿Y qué quieres?
-          Que no quiero nada, que te devolví tu toque, solo eso.
-          ¿Qué yo te di un toque?
-          Si, nada más abrir tu Facebook, y yo te agregue y devolví tu toque.
-          Pero yo no te di ningún toque.
-          Eh… que si Toño, por favor, que me lo distes.
-          Pues no sé, estaría cogiendo olivas y te daría un toque sin querer.
-          ¿Cogiendo olivas? A ver, que no fue una llamada perdida, que es una opción de dar un “toque” a alguien en Facebook.
-          ¿Y qué quería?
-          Y yo que cojones sé que querías, que no querrías nada, que le darías sin darte cuenta, déjalo, de verdad.
-          Entonces, ¿quieres algo? ¿necesitas algo? ¿Quieres algo para tu madre?
-          Que no…, de verdad, gracias.
-          ¿Estuviste el otro día? No te vi.
-          Estuve pero me fui rápido, tenía al chico malo.
-          Yo estuve trabajando.
-          ¿Entonces como cojones me vas a ver si no estuviste?
-          Ya, pero no vi el coche ni na. ¿Vienes a la candelaria?
-          No creo.
-          Ven y me compras la angula.
-          ¿La angula?
-          Si, ya le he dicho a tu madre que no la saquen a 120 euros, que luego al final me la tengo que comprar yo a mí mismo, como siempre.
-          No te entiendo macho.
-          La angula me cuesta 113 euros, y estas tontarrias la sacan a 120 euros, ¿quién cojones se va a gastar ese dinero en una angula? Ya les he dicho, este año, ¡sacarla a 50 euros! Y de ahí que vayan subiendo.
-          Pues no creo que vaya, así que no podré comprar tu angula.
-          ¿Qué haces?
-          ¿Qué qué hago? Coño, pues estoy en el trabajo.
-          25.000 kilos llevo este año.
-          ¿De olivas?
-          Sí, tengo que recuperarme, que entre la boda de la chica y demás gastos. Ahora… que olivos tengo macho, mejor que nadie, atarragaos.
-          Te vas a deslomar.
-          Estoy cansado sí, menos mal que este año con la máquina… aunque están duras las jodias. Luego algunos gilipollas se ríen de mí, anda que les den por culo.
-          ¿Ya has terminado?
-          Es como en la procesión, que calorina hacía, en mangas de camisa, y estas celorrias con los trajes de pieles, vamos no me jodas.
-          ¿Pero qué cojones dices ahora?
-          Un calor, y los celorrios con el abrigo, y las celorrias con las pieles, si ya lo decía Alfonso X “El Sabio”, que la Alcarria era tierra de analfabetos, incultos y maliciosos. Tontarrios y malos.
-          Es el día grande joder, además, habrá de todo hombre.
-          El 90% analfabetos integrales, te lo digo yo.
-          Ya será menos, ¿Cuándo comemos?
-          Estoy mu liao. A ver si acabo con las putas olivas y me invitas.
-          ¿Qué te invite? Si me debes ya no sé cuántas comidas y cenas.
-          Que si, que te debo alguna sí, ya lo sé, pero tú luego me invitas al café ahí en esa terracita…
-          Jajaja, venga va. Llámame.
-          Aleeeeeee venga, yo te llamo, hasta luego, hasta luego.
-          Ale, adiós.

Si no conoces al trastornao, puedes llegar a sentir, en determinados momentos, autentica repulsa, asco y vergüenza ajena hacía él.
Pero, la auténtica diferencia, es que, sí está en él, da su vida por ti.
Y siempre dispuesto a hacerte cualquier favor que necesites.

Necesitaba renovar mi DNI. Así que llamé a mi contacto, pues hasta hace relativamente poco las colas para este trámite eran interminables. A las 16:00 horas en el punto indicado. Una compañera, que se enteró de donde iba, pidió venirse conmigo, pues también necesitaba renovarlo. Llame a mi contacto y éste accedió sin problemas.

Llegamos al punto indicado a las 16:03 horas. La cola ya recorría la calle, y justo en la entrada de la comisaría nos esperaba mi contacto, es decir, el trastornao.
Con su casco en la mano, haciéndonos señas para que nos acercáramos. Ni las buenas tardes nos dio. A voz en grito, a voces:

-          ¡Pero a ver!, ¿¿A qué hora os he dicho que estuvierais aquí??
-          A las 4.
-          ¿Y qué horas es? ¿¿Qué hora es??
-          Las 4 y cinco casi.
-          ¿Y ahora qué hago yo? ¿Eh? ¿¿Cómo cojones os voy a colar con toda esta gente ya delante?? ¡¡Si os digo a las 4, era a las 4, joder!! ¿Qué escusa voy a poner ahora? Hay que ser un poco más responsables, ¡ostias!

La gente de la cola nos miraba, le miraba más bien, con la boca abierta, se hizo un silencio sepulcral. El loco.
Mi compañera se puso roja como un tomate, bajo la cabeza, se dio la vuelta muy despacito y se fue calle atrás a ponerse a la cola.
A mí me entró la risa floja.

-          ¿Pero donde cojones va esta mujer ahora?
-          Jajajaja, yo que sé, la has asustado.
-          ¿Eh? ¿Qué la he asustado? ¡Señora! ¿Cómo dices que se llama?
-          Sagrario.
-          ¡¡¡Sagrario!!! ¡¡¡Oiga!! ¿Pero dónde va? Que la entrada está aquí. ¿Pero trabaja contigo?
-          Si.
-          Qué país madre.

Mi compañera no quería volver. Casi a rastras.

-          Ay por favor, cállese Usted, se lo ruego.
-          ¿Qué me calle?
-          Si, que hable más bajo, no he pasado más vergüenza en mi vida.
-          Copón señora, es que si les digo a las 4, es a las 4. Yo soy un hombre ocupado, y no puedo colarles sino hacen exactamente lo que yo les diga, ¿Entiende?
-          Si… pero baje la voz, por favor. Dios mío que situación.
-          Deje de lloriquear señora y vamos a organizarnos. Voy a entrar a ver qué puedo hacer, ¡no os mováis de aquí!

A los cinco minutos estaba de vuelta, aun con el casco en la mano. Se plantó en mitad de la acera, nos empezó a guiñar el ojo de forma evidente y estrambótica, y empezó de nuevo a voces:
 
-          ¡Oigan! ¡los del pasaporte que pasen directamente por aquí! ¡los del pasaporte por favor!

Mi compañera se quedó blanca en esta ocasión. Yo le miraba ensimismado. La gente alucinaba con el loco.
 
-          ¡¡¡Los del pasaporte!!! ¡¡¡¡¡Los del pasaporte!!!!!
-          Sí, yo quiero renovar el pasaporte.
-          ¿Y Usted señora?
-          ¿Yo…?
-          ¿Pero no me ha dicho que quería renovar el pasaporte? ¡Aclárese de una vez copón!
-          Sí, no… ¿el pasaporte?
-          El pasaporte sí, el pasaporte. Ande, ande, pase Usted, que no se entera de nada y luego van diciendo que somos los de pueblo los analfabetos.

Mi pobre compañera estaba temblando y yo ya no sabía dónde meterme. A una mesa directamente. El funcionario miraba el ordenador, sin levantar la vista.
 
-          Anda, hazles el DNI a estos barlochis.
-          Primos tuyos ¿no?, como siempre.
-          Éste sí. Es mi primo del pueblo. Esta mujer me la he encontrado en la calle berreando, que tenía pánico a las colas y aglomeraciones.

No pude más con mi vida. Explote a reír.

Ahora que lo pienso, no sé porque empiezo escribiendo chorradas y acabo contando gilipolleces. Quizás es que soy yo el trastornao.

 

¿Qué tal vecina?


Mi querida vecina Chari, que, puedo certificarlo, ha releído todas y cada una de mis estúpidas historietas y relatos (unos más que otros), me ha ido concediendo varios premios en este tiempo, desde su blog La voz de las olas y aún no he tenido tiempo de agradecérselo públicamente, aunque me cruce con ella casi todos los días por las escaleras o el ascensor.


Chari es una vecina ejemplar (casi), simpática y, como se suele decir, buena gente. Me encantan sus desayunos, pizzas y tartas variadas. Un día, que pasé a su casa, casi muero, pues en una mesita tiene un recipiente con lo que parecen gominolas. Me trague una, percatándome ya tarde, que se trataba de piedrecillas que va recogiendo por la arena de la playa. Otro día, aun no sé porque, se dedicó a tirarme tomates desde su terraza. Y otros días (gracias a Dios tengo doble cristal en las ventanas) se pone a cantar voz en grito; yo la insinuó que se le da mejor escribir que cantar, pero parece no ir con ella cuando dejo caer estos comentarios en el ascensor. Como digo, quitando estos pequeños detalles, alguno de ellos enojosos sin duda, es agradable tener una vecina así.


Me concedió el premio BLOGGER HOUSE, por la contribución a la blogosfera. No es que contribuya mucho, pero lo acepto con agrado. El logo me recuerda a algo… aunque aún no sé a qué todavía.  

 

También me concedió el premio BEST BLOG AWARD, que debe ser algo así como la leche, lo mejor de lo mejor. ¡Gracias vecina! ¡Te debo una!
Este premio también me lo concede Atrea a Secas, desde su blog La realidad supera la ficción, aunque (esto entre tú y yo), aun no sé si ha sido únicamente por su dificultad para encontrar blogs con menos de 200 seguidores, una de las reglas de este Premio, y una de mis cualidades más preciadas (los pocos seguidores me refiero). En todo caso, como dice el refrán, de bien nacido es ser agradecido.

Este es el logo, no digáis que no es entrañable.

 
Con todo el cariño a mi querida vecina, contestaré a las preguntillas que formulaba.

1.- ¿A qué lugar del mundo te gustaría viajar?
Pues según está el patio a este paso me retiro a mi pueblo.
2.- ¿Con que personaje de cuento te irías a cenar?
Hay tantos y tan variados... personajes me refiero, que cuentan cuentos (intentan).
3.- ¿Qué libro no te importaría releer?
Esta la tengo clarinete, “El Señor de los Anillos”.
4.- ¿Cómo definirías tu blog?
Una luz en la oscuridad.
5.- ¿Qué tarea detestar hacer?
Detestar detestar… lo que se dice detestar, pues no me acuerdo. Si algo lo detestas, no lo hagas.
6.- ¿Qué actividad no puede faltar en tu día a día?
Mirar dentro del armario.
7.- ¿Sueles marcar tus libros?
Claro, doblando la esquinita.
8.- Si pudieras meterte en una novela, ¿Cuál sería?
En la mía por supuesto. En “Kike Potter”, me gusta el personaje.
9.- ¿Cuánto tiempo le dedicas a tu blog y cuanto de gustaría dedicarle?
No le dedico nada la verdad, ya me gustaría, pero no entiendo.
10.- Si pudieras tener un súper poder, ¿Cuál sería?
Es que ya los tengo. Y tampoco es para tanto. Sinceramente os lo advierto: de todo se cansa uno.
11.- ¿Qué pregunta querrías formularme?
Perdona Chari, ¿tienes un martillo en tu casa? Me hace falta.
 
Y también, por último, me ha concedido el premio VERY INSPIRING BLOGGER AWARD. También me otorga este premio esa joya, en forma de esmeralda, llamada Eva, que, lo flipo, sigue acordándose de mí cuando concede sus premios, desde su maravilloso blog  La ciudad esmeralda. A ambas ¡gracias!, pues sé que realmente alguna vez os inspiro con lo que escribo, aunque solo sea lastima hacía mi mísera persona. Va, en serio, es bonito inspirar, de verdad lo digo.
El logo es chulo, tiene su aquel.

                                         
 
Ahora, según las reglas de este divertido premio, tengo que contar 7 cosas sobre mí:
-          Soy un soberbio, si os cruzáis conmigo podéis llegar a pensar que soy un chulo redomado, el típico que mira por encima del hombro y paso de todo.
-          Soy un avaro, joder, ¿quién no ha querido o quiere ser inmensamente rico? Yo sí por lo menos.
-          Soy envidioso. Cochina, pero envidia al fin y al cabo.
-          A veces tengo ira, ggggggrrrrrr, menudos mandobles con mi espada, aunque este mellada.
-          Soy un lujurioso, ejem… no digo na, que luego to se sabe.
-          Me encanta la gula. En ocasiones como y bebo como un  cerdo, pero no engordo, aquí pasa algo raro.
-          Soy el Rey de la pereza. Doy conferencias sobre el tema.

Las reglas de estos premios, como de la mayoría que circulan por este mundo, son, a su vez, premiar a otros blogs. Y este es un hándicap importante para mí, pues leo poco, y no me gusta citar otros blogs así sin más, sin sentirlo realmente.
 
Hay bastantes personas que me encanta como escriben, o como escriben lo que quieren transmitir. Los he ido descubriendo y voy leyéndolos poco a poco. Ya sé que la regla es citarlos, pero, pidiendo disculpas, me la voy a saltar, lo haré otro día, ¿vale?
 
Hay tanta gente que escribe por infinidad de razones, casi de forma anónima, buscando esa pieza que no funciona, que se ha roto, para reemplazarla, que todos ellos me merecen mi pequeño reconocimiento, aunque a quien lea esto, le valga de poco.

 

El silbido del energúmeno - Capitulo 9

     Me es imposible abrir la compuerta del suelo. No sé si es debido a que me falta fuerza o a que el paso de los años la ha dejado atascad...