lunes, 22 de febrero de 2016

5 escopetas, 38 céntimos, algún cacahuete pérdido y una tirita


Estamos de mudanza en mi empresa. Con ésta es la tercera desde que trabajo aquí.
Ahora mismo están todos (casi) revisando cajones y armarios, tirando o guardando para las nuevas oficinas, haciendo cajas sin parar. Yo les digo que estoy con el resumen mensual. ¡Qué gran invento mi famoso resumen mensual!

Me gustan las mudanzas. Es un buen momento para hacer limpia. Para tirar todo aquello que, desde hace tiempo, está ahí, pero no sabes muy para qué está ahí.
¿Me puede servir para algo? Ainss me da tanta pena tirar esto…
¿Y si aún lo necesito? Quizás algún día…
¿Y esto qué narices hace aún aquí?
¡A tomar por culo! ¡Con lo que mola trocear y tirar papeluchos!
Es una lucha encarnizada entre tu yo romántico y tu yo práctico.

Me gustan las mudanzas porque los marrones, esas cosas y papeles que te asquean, que llevan ahí meses sin terminar de solucionarse, cabe todo ello en una caja, y aún sobra sitio. Y te das cuenta de lo imbécil que eres, pues todos tus problemas se reducen a una pequeña caja de mudanza. Caja que podrías llevar a tu nueva oficina dando patadas por la calle, como un niño al salir del cole.

 
Mi padre y mi tío cazaban. Y tenían entre ambos 5 escopetas. Como ambos murieron, la Guardia Civil las requiso. Mi familia me encargó la tarea de intentar recuperarlas, pues eran un recuerdo. Y como soy así de gilipollas, pues a ello que me puse.

Después de varias pesquisas y visitas, pude comprobar que aún existían y que estaban depositadas en dependencias de la Guardia Civil. Para recuperarlas, tuve primero que sacarme la licencia de armas, lo cual es un engorro, porque aparte de la pasta que te cuesta, debes aprenderte el Reglamento de Caza, pasar un examen escrito, otro examen práctico (atine la diana de puro milagro), pasar un psicotécnico (más milagro todavía superarlo) y hacerme un seguro.

Sabiendo donde estaban las escopetas y ya con mi licencia de armas, tuve que recoger la firma de mis primos y hermana, legitimadas ante Notario, autorizándome para recoger las escopetas y ponerlas a mi nombre.

Y allí que fui, ya con todos los deberes hechos, a recoger esa parte de las reliquias de mi familia, ese recuerdo, al depósito de armas de la Guardia Civil, que, si no recuerdo mal, estaba por la zona de Atocha.

Llegué y me atendió un simpático Guardia Civil.

-          Hola, buenos días.
-          Buenos días.
-          Venía a recoger unas escopetas antiguas de familiares míos, que están aquí depositadas.
-          ¿Tiene Usted su referencia?
-          Si. Son estas.

Le enseñé un listado con las escopetas, que me había facilitado en otra anterior visita un compañero suyo. Hizo la oportuna consulta en el ordenador.

-          ¿Tiene licencia de armas?
-          Sí, claro.
-          ¿Y autorización para retirarlas?
-          Sí, están a nombre de mi padre y mi tío. Aquí traigo toda la documentación: certificados de defunción, el documento de Ustedes por el cual las requisaron en su día y la autorización de sus herederos para que yo pueda recuperarlas.

Se me quedó mirando con cierta ternura.

-          ¿Para qué quiere Usted estas escopetas?
-          La verdad para nada, para recuperarlas, son un recuerdo.
-          Le entiendo, ¿Tienen un valor sentimental para Ustedes?
-          Sí…, creo que sí.
-          Entiendo que puedan tener ese valor sentimental, pero sólo serán una carga.
-          Pero mi madre y mi tía quieren recuperarlas, les hace ilusión.
-          Pero la carga será para Usted.
-          No entiendo…
-          Tendrá que comprar un armero para guardarlas en su casa. Pasarlas revisión, renovar su licencia de armas y su seguro. Eso durante el resto de su vida, sino, se expone Usted a que se las vuelvan a requisar o a que se le imponga una sanción sino lo hace cuando deba hacerlo.
-          Ya..., bueno, pues lo haré.
-          Acompáñeme por favor.

Me llevó hasta una enorme sala, llena de mesas, repletas de escopetas, de todos los modelos, colores y tamaños. Varias personas y guardias se paseaban por la sala, echándolas una ojeada. Al rato, se me acercó con las 5 escopetas.

-          Aquí tiene Usted las escopetas de su padre y su tío.
-          Gracias.

Me quedé mirándolas. No tenían nada de especial. 5 viejas escopetas de caza, sucias y desvencijadas. Imaginé a mi padre y mi tío con ellas al hombro por los cerros de mi pueblo, disparando a los conejos.

-          ¿Le gusta a Usted la caza?
-          ¿A mí? No he cazado en mi vida.
-          Se lo digo porque estas escopetas ya no le servirían para cazar.
-          No pretendo cazar. Ya le he dicho que sólo es.., no sé, el hecho de recuperar algo de la familia.

Volvió a mirarme despacio, sonriendo.

-          Mira, te seré sincero. Ya te he dicho que entiendo el posible valor sentimental que puedan tener para ti o tu familia, pero estas escopetas solo te van a generar problemas. No te gusta la caza, aunque con estas ya poco podrías cazar. No son lo suficientemente antiguas para que puedan tener un valor económico, ni ahora, ni nunca, pues no tienen nada de particular. Si las dejas aquí depositadas, saldrán a subasta y te aseguro que nadie pujaría por ellas, no darían ni un céntimo, ni siquiera algún coleccionista. Como estas o parecidas hay miles, y mucho más modernas.
-          No busco dinero.
-          Lo sé. Tu madre y tu tía las verán, se quedarán satisfechas, pero se olvidarán. Y tú tendrás que guardarlas, conservarlas, pasarlas revisión, eso aparte de tener que renovar tu licencia de armas y tu seguro.
-          Si las dejo aquí, las sacarán a subasta y si nadie las coge como dice Usted, al final las destruirán.
-          Si, así es. Mira, haz lo que quieras, está en tu mano. Si quieres llevártelas, hacemos el papeleo y te marchas hoy con ellas. Como tú, en tu caso, han pasado otros por aquí, solo te digo todo esto por experiencia. No te merece la pena. Solo son problemas.

Miré las escopetas. Pensé en todo lo que había hecho hasta llegar allí, solo para llevármelas. Medité sobre las obligaciones que tendría.
A mis primos se la traía floja las escopetas, y ya no decir de mi hermana. Pero pensé en mi tía y mi madre.

-          Te dejo aquí un rato para que lo pienses o si quieres llamar a alguien. Decidas lo que decidas, dímelo.
-          Vale, gracias, hasta luego.

 
En las mudanzas tienes que elegir. Aquello que tiras de forma definitiva, aquello que decides no tirar pero dejarlo en el archivo y aquello que irá contigo a tu nuevo despacho. He tirado muy poco. He dejado mucho en el archivo. Y me llevo solo lo que se me puede valer para el futuro. El pasado no existe y el presente se nos va de las manos.

Muy pocas veces abrimos los cajones. Y te encuentras con cosas realmente sorprendentes. Cds que no sabes ni lo que contienen. Clips de estos enormes, tamaño gigante. Algún cacahuete perdido. Una corbata de la época de Matusalén. Pilas ¿funcionarán? Cables de ordenador. Gomas. Fotos tamaño carnet. Un mechero. Una calculadora de estas de chicos pequeños. 38 céntimos de euro. Una navaja multiusos. El informe médico sobre mis cervicales. Llaveros de empresa. Dos sobres de azúcar. Una tirita. Y, al fondo, un poster del Atleti, de cuando fue campeón de liga.

He cogido los 38 céntimos, que junto con 12 céntimos más, me servirán para tomarme un café aguachirri en la máquina de la empresa.
Y me he guardado la tirita, para curar una herida, pues siempre contaré con ella.

¡Ah! Por cierto…, para los que quieran saber lo que paso con las escopetas, decirles que no las recogí. Salió victorioso mi lado práctico y cómodo.
Cuando en alguna reunión familiar sale el tema, yo intento convencerles (convencerme más bien) de que tomé la mejor decisión; pero, en el fondo de mí, mi alma, mi corazón, me dicen que no, y me arrepiento. Me dicen que realmente quería recoger esas escopetas, cargar con ellas, aunque solo hubiera sido para poder haber notado, sentido, la cara de ilusión de mi tía y de mi madre.

 

7 comentarios:

  1. Lo que pasa con las mudanzas es curioso, si te las tomas bien te dan una sensación fantástica de liberación. Cuando me mudé a la casa en la que vivo ahora, tuve que renunciar a muchísimas cosas que creía imprescindibles para mí, cuestión de espacio: vivo en 44m2 así que tengo que pensar mucho lo que conservo y lo que no. Pero aprendí que puedo prescindir de mucho, y vivir con menos de lo que antes era "necesario" para mi. Detesto las mudanzas por el trabajo que suponen pero esta última fue muy positiva para mi.
    Pd.1:Conociéndome, yo habría cargado con las escopetas, y luego me hubiera arrepentido. Creo que el guardia Civil te dio un buen consejo.
    Pd. 2: Ya podías haberme echado un cable con las cajas, vecino.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Son un engorro sí, pero luego tienes una sensación de volver a comenzar.
      No cargue con ellas. No lo hice.
      Joer... avísame la próxima vez vecina!

      Eliminar
  2. ¿Será que lo practico y lo cómodo no es algo que el corazón y el alma entiendan?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues no. No lo entiende en absoluto. El corazón es un analfabeto en esas cosas.
      Un beso Yolanda.

      Eliminar
  3. ¡Qué historia tan bonita, Kike! Me encantó todo eso de la mudanza para contar la historia de las escopetas de la familia. Aunque detesto todo lo relacionado con la caza, me has enternecido. Me ha parecido un detalle muy bonito el sacrificio que estabas dispuesto a hacer por tu madre y tu tía. Las pobres...solo querían aferrarse aun pasado que, como tú muy bien has dicho, ya no existe.
    Me ha encantado. Un besazo.

    ResponderEliminar
  4. ¡Qué historia tan bonita, Kike! Me encantó todo eso de la mudanza para contar la historia de las escopetas de la familia. Aunque detesto todo lo relacionado con la caza, me has enternecido. Me ha parecido un detalle muy bonito el sacrificio que estabas dispuesto a hacer por tu madre y tu tía. Las pobres...solo querían aferrarse aun pasado que, como tú muy bien has dicho, ya no existe.
    Me ha encantado. Un besazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Eva. Nos queda el presente y un futuro del que aún no sabemos nada.
      Un besazo esmeralda.

      Eliminar

El silbido del energúmeno - Capitulo 9

     Me es imposible abrir la compuerta del suelo. No sé si es debido a que me falta fuerza o a que el paso de los años la ha dejado atascad...