jueves, 30 de abril de 2015

Tened cuidado lunáticos


No me acuerdo si iba por una calle, o por un bosque, o por la playa, ¿quién sabe?
En realidad da lo mismo, pues había luna llena.
Cuando hay luna llena, cualquier cosa les puede caer a los lunáticos. A los locos.
Y me cayó encima, abalanzándose sobre mí. No me hizo daño.

Era una criatura rarita, pesaba poco. No me pesaba en absoluto.
Me di cuenta que sólo quería compañía. Que sólo quería jugar.
Se reía y decía cosas raras. Pero no me importaba. Pesaba poco.
Se posaba en mi hombro y me decía cositas al oído. Me hacía cosquillas.

Las calles, o el bosque, o la playa, parecían no tener fin.
Saltaba como una niña, posándose encima. Pesaba tan poco.
Después de un trecho, cogí a esa criatura en mi regazo.
Le conté cuentos, bonitos, para que durmiera tranquila.

Y dormía. En paz. Consolada. Y eso regocijaba mi corazón.
Y la noche no acababa, ni la calle, ni el bosque, ni la playa.
Y brillaba la luna. Y no me pesaba.
Y seguía caminando. Y miraba mientras se dormía.

Era un sueño. Un sueño bonito. Y la criatura también.
Y en ese mismo sueño, nos quedamos dormidos.
Soñando en nuestro sueño. Deseo de soñar.
Y la noche no se acababa. Y no me pesaba.

Como estas veces que ríes soñando.
Como cuando sabes que estas soñando.
Y te gusta tanto que quieres seguir soñando.
Y te acurrucas en las sabanas, para que no acabe nunca.

Me di cuenta que tenía alas. Que en mi regazo se calmaron.
Quería volar. Y se iba volando, la noche se acababa.
La calle, el bosque o la playa, terminaban.
La luna llega un momento que deja de ser llena.

Luna nueva. Fin de la calle, el bosque o la playa.
Se fue volando, pues le llegó el día.
Me quede en la tierra, pues yo no tenía alas.
No te vayas lejos. Y tú no dejes de volar.

 
Tened cuidado lunáticos, pues las noches de luna llena,
a veces, sólo a veces, cualquier criatura lunática, como tú, se puede abalanzar sobre ti.
Y tan grande será su locura, que pensarás que la tuya puede curarse.
A veces, sólo a veces, tienes sueños increíbles, imposibles.
Ese tipo de sueños que te hacen creer en ellos
y que, fíjate que gracia, hacen que sean posibles.

martes, 28 de abril de 2015

Solo un café, sólo...


¿Quieres que tomemos un café? Sólo un café, sólo.
A mis padres les encantaba el café. Tengo esa imagen de mi padre grabada, con la taza en una mano y el ducados en la otra. No recuerdo haberle visto nunca tomarse una cerveza y menos aún una copa.
En casa se tomaban los cafés con leche condensada.
Cuando lo dejaban en la cocina o en el salón unos instantes, me acercaba y le daba un sorbito. Mmm ¡rico! me encantaba ese sabor.
Mi tía en Madrid también era adicta. Lo preparaba diferente. Daba igual, allá que iba yo relamiendo un poco cuando nadie miraba.

Soy alto, pero a los 11 o 12 años era pequeño, me llamaban pitufo.
Mi madre, muy apañada ella, empezó a darme jalea real todas las mañanas.
Me levantaba y allí tenía mi vaso de leche preparado, con cola – cao y jalea real, una bomba de relojería. Recuerdo que subía corriendo al colegio, como un rayo.
Pero el sabor se me fue haciendo realmente empalagoso, así que para “rebajar” un poco, empecé a echarle un poco de café cuando nadie miraba.
Y un poquito más y otro poquito.
Y como ya había crecido, deje la jalea real y, con el tiempo, también el cola – cao.

Como imagino muchos, no soy nadie por las mañanas hasta que no me tomo mi café, hasta ese momento no soy persona humana.
Y en el trabajo me he acostumbrado a tomar café nada más llegar, sino, no trabajo. Con mi bollito de chocolate claro, que ya no comparto con nadie, sólo para mí. Glotón.
Y antes de acostarme tengo que tomarme mi café, sino no me quedo a gustito, aunque suponga que me cueste quedarme dormido, total, me iba a costar igual.

El primer café especial que me viene a la memoria fue en Roma, en el viaje del instituto, sentado en una terraza, en la Plaza de España, con Pedro y Amaya.
“Quindici mila lire”
“¿Qué dice este tío? ¿Quince mil liras por tres cafés?”
“Quindici mila lire, per favore”
“¿Cinco mil liras por cada café? ¿¿¿¿Quinientas pelas???? Jo puta…”
Hay que reconocer que la terraza estaba muy bien y el café (capuchino) estaba especial, pero aún tengo la duda si nos timo, pues al cambio actual son casi 3 euros por café y de esto hace más de 20 años.
Da igual, los tres allí. Volvería a pagar las quindici mila lire, per favore.

Recuerdo el café con aquella chica que conocí por la zona de Tribunal. Nos quedamos mirándonos en aquel local y, casi sin darnos cuenta, habíamos dejado a nuestros amigos y estábamos solos por las calles, riéndonos, besándonos, casi sin hablar.
Nos mirábamos, nos reíamos y nos besábamos. Toda la noche, hasta que se hizo de día. Fue tan raro. Terminamos tomando un café. Quería llevarla a su casa y se volvió a reír, quería volver a verla y volvió a reírse, quería… chsss… calla… puso su dedo en mis labios, me volvió a besar y se fue. Adiós.

Recuerdo aquel café en aquella cafetería de El Cairo, cerca del zoco de Khan el Khalili, infestado de gente, voces, olores, tanta calor, tanta humedad… nos mirábamos con el rabillo del ojo, sonriendo, disimuladamente, por encima de todo y de todos, porque sabíamos lo que vendría después.
“أقدم الإبل عشرين ألف لزوجتك”
“¿Qué dice? ¿Qué quiere?”
“20.000 camellos”
“¿Cómo?”
“Que dice que te ofrece 20.000 camellos por ella”
“Jajaja, ¿20.000?”
“Sí”
20.000 camellos… me quedé mirándola, como se reía, con su piel humedecida del sudor, dios… que guapa eres joder.
“Dile que gracias, pero que no tiene camellos suficientes”.

Cafés con argentinos, los preparan bien, que me contaban sus penas y yo mis inquietudes.
Cafés en la plaza de La Madeleine, los croissants son gratis y los niños vienen de París.
Cafés delante de la chimenea, mirando el fuego, acariciando a mi gato.
Cafés… miles de cafés… de trabajo, de mañana, de tarde, de noche, con éste, con aquella, hablando sin decir nada, o sin decir nada pero diciéndolo todo, pero… pero sólo algunos especiales. Muy pocos en realidad.
¿Quieres que tomemos un café? Sólo un café, sólo…

jueves, 16 de abril de 2015

Txakolis


No había ido nunca. Lo tenía prohibido. Prohibido por mis principios y también por mi cuerpo, aún le tengo cierto aprecio. Pero mis principios hace tiempo se desmoronaron (si es que he tenido alguno) y a mi cuerpo, desde que voy a la escuela de boxeo de mi primo, le importa poco lo que le pase. El caballero apalizado, así me llama mi primo. Tiene gracia.

No fue como en esa película que todos hemos visto o, al menos, nos han contado algo. Todo el mundo se reía, se partían el culo mirando la pantalla y yo esbozaba una sonrisa, más que nada para no parecer el imbécil, el rarito del cine.

Según me iba acercando mi emisora de radio dejo de oírse bien, así que le di al buscador y allí que me salió una voz de chica a la que no entendía ni papa, la deje un rato, no sonaba mal del todo aquella voz, incluso me estaba gustando. Vale, vale, ya vale, con un ratito está bien joder, que luego uno se acostumbra.

Tenía bien claro que aparcaría mi coche en un parking, pero ¡coño!, que sitio más bueno…, al lado del casco viejo, ¿y si lo dejo aquí? Bah, venga, aquí que lo planto, no es una callejuela apartada, déjate ya de historias mendrugo. Pedazo de zoquete.  

Al casco viejo, pero a la plaza nueva. O sea, a la plaza nueva del casco viejo, que de nueva tenía poco, pero bueno, así la llaman y yo respeto mucho las costumbres locales.

-          ¿Qué quieres tomar madrileño?
-          Joder, yo que sé, lo típico de aquí ¿no?
-          ¿Yzaguirre?
-          ¿Eso qué es?
-          Vermut, pero un poco más fuerte.
-          Vale.
-          ¿Y de pintxo?
-          Yo que se…, ese de ahí tiene una pinta cojonuda.

Uno. Dos Yzaguirres…, joder están ricos...
La plaza ocupada por un escenario. Estarán de fiestas…, me importa un bledo. Ya llevo tres. Si hasta parecen majos y todo. Joder y todos hablamos el mismo idioma, esto es la hostia… ¡la hostia! Y tú que desconfiabas…

-          ¿Has visto que pinta me llevan todas? No me digas que no tienen el gusto ahí mismo, todas igual, tabla rasa.
-          Pss, pues no sé, a mí me parecen majas.
-          No me jodas macho, aquí no hay quien se coma una rosca.
-          Ni puta idea, si tú lo dices.

Estaba empezando a dejar de mirar con recelo, para empezar a mirar con curiosidad.
Y me di cuenta que a mí también me miraban con curiosidad. Con demasiada curiosidad. Merodeando.

-          ¿Pasamos a los txakolis?
-          ¿Cómo?
-          Vino blanco.
-          Ah, ¡vale!

Por la plaza y sus alrededores. Bandera por aquí, pintada por allá. Si son felices así…, mientras no me peguen un cocotazo por la espalda, así a traición.

-          Éste es que es gilipollas, te lo digo yo, así le ha pasado, el chicote buena persona, ¿para qué? con las tías hay que ser un cabrón.
-          ¿Tú crees?
-          Pues claro, siempre haciendo favores, siempre el chico bueno, te llevo, te traigo. Y mírale…. Ahora, que no será porque no se lo avisé.
-          No sé, ca uno es ca uno como dicen en mi pueblo.
-          Jajaja, ¿ca uno?
-          Si, ca uno sí, con k si lo prefieres.
-          Jajaja, tiene gracia el madrileño, ca uno es ca uno, jajaja.

El aludido tomaba su txakoli tranquilamente. Tenía ojeras. Pelo cortito. Fortachón.
No le dije nada. ¿Para qué?

-          ¿Qué? ¿Te animas?
-          ¿Qué si me animo? ¿Qué si me animo a qué?
-          Ale joder, pues a decir a voces lo que pensabas decir si venías aquí alguna vez.
-          Ah… lo de ¡Arriba España! ¡Con dos cojones!
-          Jajaja, si eso mismo.
-          Pss… pa que? Pa na. Quizás lo haga cuando me vaya, sacando el dedo por la ventanilla, ¡jodeos cabronesssss!
-          Jajaja, vamos, que no tienes cojones.
-          No es eso, es que España no existe para ellos, así que imagino me mirarían rarito.
-          Hombre… existir… si existe hostias.
-          Que no. Es como si uno de estos con los pelos que me llevan, con pendientes y demás, se planta en la Puerta del Sol y se pone a berrear a favor de la nación vasca…, yo al menos le miraría con ternura… pobre…, vamos que me descojonaría de él.
-          Jajajaja, eres la polla macho.
-          En el fondo tienen todos una pinta pijos que no pueden con ella.
-          Jajajaja.

No sé si era mi percepción, pero estaba empezando a notar una procesión acechándome y no precisamente para darme de hostias.

-          ¿Dónde cojones lo echas?
-          ¿Qué dices ahora…?
-          Joder, lo que comes y lo que bebes.
-          Pues no sé, eso mismo me pregunto yo.
-          Aguantas bien…
-          ¿Qué dices chavalote? Si quieres seguimos, acuesto a toda esta pandilla y me quedo solo en la ciudad.
-          Jajaja, chulito… no podía ser de otra forma.
-          Ni chulito ni leches. Eso sí, mañana no cuentes conmigo.
-          Jajajaja.

Para cenar nos dirigimos hacía el centro de la ciudad, a un local famoso llamado “Café Iruña”, a comer unos pinchos morunos. Local de principios de siglo, con gente de todo tipo. Había cola para coger los pinchos, que se alargaba hasta casi salir por la puerta del local.

-          Están cojonudos, ahora lo veras.
-          Me gusta como los hace el colega.
-          Jajaja, ¿Cuántos quieres?
-          Yo que se… ¿tres o cuatro, no?
-          ¿Tres o cuatro? La madre que te parió…
-          Parecen pequeños…

Al final fueron tres y tuve que repetir, pues me quedé con hambre. Y había perdido ya la cuenta de los txakolis. Y nos rodeaban. Y siempre quedaba la penúltima. Y empezó a caer una lluvia fina que, la verdad, no me molestaba en absoluto.

-          ¿Queréis que lleve yo el coche?
-          Como quieras, casi mejor que sí. Con la benemérita tengo confianza, pero con estos de la boina roja...
-          Jajaja, bueno… ¿Qué?
-          ¿Qué de qué?
-          ¿Qué tal todo? ¿Repetirás?
-          Aún no ha terminado el día… y sí, repetiré. El sur me gusta, pero he de reconocer que el norte… siempre será el Norte.
-          Así me gusta madrileño...

miércoles, 15 de abril de 2015

No tengáis piedad, pues ninguna habréis de recibir


E.M., más conocido como “el mago”, dice que soy único jugando al ajedrez, que les envuelvo, les atraigo y les hago caer hacía donde yo quiero. Que soy un profesional.

Yo le miro sonriendo, hasta que me sale la risa, pues, en el fondo, efectivamente, esto es una partida de ajedrez. No es mi intención envolver, ni atraer, ni menos aún hacer caer. De hecho, realmente, ni envuelvo, ni atraigo, ni hago caer. Creo que pocos, entre ellos él, conocen mis verdaderas intenciones, las intenciones de mi corazón. Tío... eres un puto romántico..., pero tranquilo, que no descubriré tu secreto.

La cuestión es ¿por qué cojones me buscan? ¿Porque huevos me siguen buscando? No es que me moleste, es que, simplemente, estoy agotado, ¿no se dan cuenta?

A veces me gusta escribir sobre lo que realmente me ha pasado, lo que me pasa, aunque me haya hecho atormentar muchas noches y no pueda dormir.
Me gusta porque ha sido, es, emocionante vivirlo, con mis errores, de los que no me arrepiento pues, siempre he actuado con el corazón, así es.
Quien actúa con el corazón no se equivoca nunca, si lo hiciera de manera fría, me equivocaría, pues no se hacerlo, ni estoy acostumbrado.
Aún así parezco un auténtico témpano de hielo. Sin alma, como en esta partida de ajedrez, de la que dependen tantas cosas. Para que se me entienda, un pedazo de chulo, prepotente y gilipollas. Aunque tenga que mirar fijamente y decir no.

- Si.
- Quique, ¿Qué tal? soy J.A.P.
- J.A... ¿Qué tal? cuanto tiempo.
- Pues sí, ¿Qué tal todo? ¿Bien? Te necesitamos, confiamos en ti.
- Yo ya no puedo J.A., estoy agotado, consumido.
- Eres el mejor.
- De verdad... gracias...
- Piénsalo.
- Ya está pensado. Ayudaré. En todo lo que pueda. Eso siempre. Pero sólo eso.
- ¿Lo harás?
- Sabes que sí.
- Hablamos entonces.
- Hablamos, adiós.
- Adiós.

A ver a ver a ver, ¿pero que haces tío??? ¿Porque le dices que sí???? ¡Marca! ¡Marca!!! Marca ese teléfono, y ¡mándales a la puta mierda de una puta vez!!!
Niego con la cabeza. Cierro los ojos. Me enciendo un cigarro. Miro al suelo. Miro al frente. Miro al cielo. Suspiro.

No voy a contar aquí la partida de ajedrez. Suelen ser aburridas. Con miradas, con pausas, con estrategias. Se me enroco el rey blanco, pues se vio aislado. Y el rey negro se puso de rodillas, sin piedad. Ambos están muertos.

- Joder Quique siempre te llevas tú todos los golpes.
- Tranquilo C.G., ya estoy acostumbrado, realmente me la suda.
- Joder pero es injusto, eres un buen tío.
- Eso no importa ahora, no lo pienses. Yo no soy nadie. Tienes fuerza. Nadie te hará sombra.
 
- Tengo dudas.
- No. No las tienes R.G. Yo estaré ahí. Cuidaré de ti y tu familia, aunque me vaya la vida en ello. Te lo aseguro. ¿Qué más quieres? Más es imposible.
- Tienes poder, lo intentarás.
- ¿Poder yo? Jajaja, no.... ¿Intentarlo? No. Ya lo hago. Ya lo estoy haciendo. Sigue.

- Tío, esto se va a la mierda.
- Siempre hay esperanza R.C., tú deberías saberlo el primero.
- ¿Por qué lo dices?
- Ya lo sabes, te conozco y tú a mí, aunque dudes.
- ¿Puedo?
- Quieres y debes.

 
- ¿Qué nos aconsejas?
- ¿Aconsejar? ¿Yo? Yo no se dar consejos, ni me gusta darlos, ni que me los den, si alguien te da un consejo, desconfía de él.
- ¿Entonces?
- No tengáis piedad, pues ninguna habréis de recibir.
- Consejo es.
- No, sólo es amor.

 
Había que celebrarlo. Fiesta. Copas. Palmadas en la espalda, brazos por el hombro. Alguna mirada de envidia, de claudicación, que se encuentra con la mía, fija, ¿ves? ¿Te das cuenta? Venganza. Jodete, pedazo de hijo de puta. Sufre. 

Borrachos. ¡Ey!, ¡venid! Que os voy a presentar, este es Quique, es el puto amo… ¡el puto amo! Jajajaja…
Jajajajaja, no digas eso C.G…

- Déjales. Ya tendrán tiempo de sufrir un poco. Déjales que disfruten ahora.
- ¿Sabes? Espero que no me odien por todo esto.
- Bah, ya son mayorcitos...
- Jajaja, pues sí. Lo sé. Tú lo sabías desde un principio.
- Te conozco Kike Potter…, tú serás el puto amo, pero yo soy un mago.
- Me duele por ese Rey blanco.
- Así tenía que ser, no sufras por ello. Has ganado la batalla y creo que definitivamente la guerra.
- Ya veremos.
- ¡Descansa de una vez! Ya está bien Kike, ¡ya está! ¡Disfruta joder!

 

 

 

 

El silbido del energúmeno - Capitulo 9

     Me es imposible abrir la compuerta del suelo. No sé si es debido a que me falta fuerza o a que el paso de los años la ha dejado atascad...