viernes, 12 de junio de 2015

KIKE "POTTER" Capítulo XIII

Hacía una solana inaguantable y las chicharras hacían un ruido que inundaba el ambiente. Y el tipo de la gasolinera nos observaba desde dentro con cara de ¿Qué cojones hacen estos dos ahí?

-          A ver… ¿me estas queriendo decir que la esposa lo sabía todo?
-          Eso parece.
-          Entonces ibas a tener doble trabajo, el asunto se te complicaba.
-          No exactamente.
-          Joder explícate.
-          Él le contó una milonga.
-          ¿Qué tipo de milonga?
-          Algo así como que había confiado en mí la gestión de todos lo suyo y que yo le había estafado y que, además, le amenazaba con hacer daño a él y su familia sino me pagaba rápido.
-          ¿Eso te contó?
-          Más o menos…
-          ¿Más o menos?
-          Estaba asustada y perdida… eso parecía.

¿Por qué dice Usted que me tiene pánico?
Porque me dice que Usted quiere arruinarle y que incluso le amenaza…
¿Arruinar yo? ¿Amenazar yo?
Miré… seré franca con Usted.
Dígame.
No me importa nada de lo que le pase. Ha destrozado mi vida y lo único que deseo es que se aleje de mí, incluso, como Usted, he pensado en matarle.

-          Vaya con la llorona…
-          He de reconocer que me puse en guardia. Lo que parecía una esposa aturdida y dolida, se estaba convirtiendo en un problema, ¿o no? ¿quién sabe?
-          El tema se te iba de las manos, deberías haber abandonado la operación.
-          Puede ser, pero otro cualquiera no hubiera dudado.
-          Tú y tus dudas…
-          Necesitaba saber más.

Señora… ¿de dónde saca Usted esas ideas? Mi despacho únicamente ha mantenido negocios con su marido, nada más. No sé dónde quiere Usted ir a parar, pero explíquese y rápido.

-          Para mi sorpresa, cogió la tía, se encendió un cigarro, cruzo sus piernas con ese vestidito que me llevaba… lo reconozco, no pude evitar mirarla… y me miró a los ojos.
-          Jajaja, vamos, utilizando sus armas…
-          Tenías más, te lo aseguro…
-          Venga, sigue.
-          ¿Y si vamos a comer a algún sitio? Algún sitio más cómodo.
-          ¿Dónde nos vimos la primera vez?
-          ¿Te gustó?
-          Me encantó…
-          Pues venga, vamos.

Nos pusimos los cascos. No veía sus ojos, ni siquiera su cara, pero sabía que me estaba mirando. Y ella sabía que yo la miraba a ella. Nos quedamos así unos segundos. Se me ocurrió la idea fugaz de volver a quitármelo y que viese como la miraba. Quizás ella pensó lo mismo.
Montó en la moto y arrancó. Me quedé mirando. Volvió la cabeza. No aceleraba. Me monté yo, despacio, me acoplé detrás. Esta vez puse mis manos directamente en su cintura.

Aparcó la moto en una callejuela próxima, nos quitamos los cascos y nos miramos. Sonreímos. Como dando a entender ambos que recordábamos la situación anterior.
Llegamos a aquel Restaurante escondido, perdido en aquel callejón de aquel casco viejo. Tuvimos suerte y pudimos tener mesita para los dos. Pedimos un par de cervezas.

-          ¡Ufff que calor!
-          Se pega en la piel si…
-          Joder pues sí, estoy empapada, ¡qué asco!
-          Aún no sé ni cómo te llamas…
-          Jajaja, ¿a qué viene eso ahora?
-          Joder porque es así, tú sabes todo de mí y yo, en cambio, nada de ti.
-          ¿Todo? No sé nada…
-          ¿Cómo quieres que te llame al menos?
-          ¿Cómo te gustaría llamarme?
-          Jajaja, eh… bueno, lo pensaré mientras comemos.
-          Jajaja, ¡vale! Venga, continua con tu historia con Marisa…, porque pasó de María Luisa a Marisa…, vamos, como si lo viera.
-          Jajaja, no, no fue así exactamente.

 
Durante un tiempo participé de los “negocios” de mi marido.
Es normal señora, es su esposo, pero no me ha contestado y le repito: hágalo, ya.
Tranquilo… le repito yo a Usted que le deseo lo peor.
Yo no deseo lo peor, mi trabajo es concluir los negocios que tenemos con él.
Los negocios ya están concluidos guapo, tu trabajo ya está hecho.
¿Cómo dice?
Dime, ¿De cuánto dinero en efectivo puedes disponer? Porque sé que puedes…

-          ¡La madre que la parió!
-          Me estaba dejando sin defensas sí…
-          Jajaja, de verdad… ¡Loba!
-          Jajaja, el caso es que…
-          ¡Tendrías que haberte ido y dejarla con la palabra en la boca!
-          Pero no lo hice. La miré a los ojos sin pestañear. Contuvo mi mirada, hasta que no pudo más y la bajo. Esa fue la señal para entender que, en parte, todo era fachada y estaba perdida.
-          No me digas que se puso a llorar otra vez… ¡no me lo creo!
-          Jajaja.
 
Señora, yo no dispongo de dinero en efectivo… ¿Qué quiere de mí?
Entiendo tus dudas… puedes… cachearme si quieres… comprobarás que no llevo nada oculto… ni micros ni armas… nada.
No tengo porque cachearla señora, pero esta situación no es normal.
Por favor… vale ya… ¿sabes? A mi marido le encantaban los tomates raf.
¿Encantaban?
Sí, encantaban. Tenemos… en la parcela de nuestro chalet… un pequeño huerto. Y por las mañanas siempre le gustaba comerse uno o dos.
¿A qué viene todo esto?
Necesitan fumigarse, por los mosquitos ya sabe, aquí hay muchos, pero no mucha cantidad, la justa. Hoy me levante antes que él y los rocié bien de veneno, a él le gusta comérselos así, nada más cogerlos, sin lavar. Se comió tres. Esta mañana. Se empezó a sentir mal y le he dejado tirado en la cocina, muerto.

-          Te estas quedando conmigo… ¿no?
-          Algo parecido la dije yo a ella.
-          Hija de puta…
-          Reconozco que en todos mis años jamás había tenido una situación así.
-          ¿Qué hiciste?
-          Era el momento de dejar la farsa y hablar claro.

¿Por qué no ha llamado a una ambulancia? ¿Se ha asegurado de su muerte?
Jajaja, cariño… deseo que muera… por eso no la llamé. Y si, está muerto.
¿Por qué lo ha hecho? ¿Por qué me cuenta esto a mí?
Porque le odio, porque ha destrozado mi vida, ya se lo he dicho. Y te lo cuento, porque hace tiempo que le expiaba y claro… apareciste tú.
¿Qué sabe de mí?
En realidad poco. Lo suficiente.
¿Y cuál es nuestra situación ahora?
Necesito dinero… sólo… sólo quiero rehacer mi vida. Desaparecer y empezar… Por favor, te lo suplico.
Mereces rehacer tu vida… no sé cómo, pero lo mereces, todos lo merecemos.
Gracias…

-          Se levantó. Me miró. Se acercó lentamente y me empezó a comer la boca. Me di cuenta que estaba ardiendo…
-          La madre que la parió… ¡y a ti también!
-          Si hubiéramos estado en cualquier otro sitio, me hubiera violado directamente.
-          Asesinato y violación el mismo día… que tía…
-          Jajaja, la cabeza me daba vueltas. Pensé que estaba con una perturbada.

¿Pero porque hace esto señora?
Lo deseaba nada más verte, perdóname, por favor.
No hay nada que perdonar…
¿Qué podemos hacer…? Ayúdame...

-          Tenía que decidir. Era todo tan raro. Debía asegurarme de todo aquello, pero no sabía cómo hacerlo. Me di cuenta que estaba hundido en el fango y que no había vuelta atrás.
-          ¿Qué hiciste?
-          Has visto Pulp Fiction ¿no?
-          Sí claro, me encanta.
-          Pues hice de lobo.
-          Jajaja, Kike…
-          Por cierto, ya he pensado como llamarte.
-          ¿Ah sí? ¿Cómo?

Me quedé callado, mirándola. Sus ojos me miraban chispeando, como una niña esperando un regalo.
Deseaba, más que nunca, acercarme y volver a infringir las reglas.

martes, 9 de junio de 2015

Aprendíz de caballero


Era el más fiel. No pronunció ningún juramento, así pudo ser libre.
Dio esperanza a los hombres, pero ninguna guardó para él.
Ni siquiera una última torre, ni ave que acudiera a darle la bienvenida.
Porque al contrario que sus hermanos, no buscaba el poder ni las joyas. Sólo trajo tesoros para ofrecer y ayuda para entregar.
Porque sólo buscaba pasear por los bosques.

Corazón puro y noble. Podría haber sido el Rey que trajera la paz a la Tierra.
Dio esperanza a los hombres, pero ninguna guardó para él.
Ni siquiera una última isla, ni ruiseñor que le cantase.
Porque donde más se manifiesta el mal es en las dudas que forja en la gente de bien y él, amante de la libertad, solo miraba fijamente a los ojos.
Porque sólo buscaba que los corazones entendieran.

Abandonado y maltratado. Nunca quiso pedir ayuda, pues creía en el amor.
Dio esperanza a los hombres, pero ninguna guardó para él.
Ni siquiera un último castillo, ni princesa que sanara sus heridas.
Porque veía caer, uno a uno, a sus guerreros y él, solo en el borde, aguantaba las embestidas y se reía a carcajada limpia.
Porque no tenía miedo a caer en el abismo.

Caído y pisoteado. Muerto. En su rincón.
Dio esperanza a los hombres, pero ninguna guardó para él.
Ni siquiera una última mano, ni aliento para darle vida.
Porque el olvido existe y ya todos olvidan y él, en cambio, tiene la memoria intacta y el alma, su alma, es libre.
Porque al fondo del abismo puede llegar la luz.

Salvó la vida, no la suya, sino la de otros.
Dio esperanza a los hombres, pero ninguna guardó para él.
Ni siquiera un último encuentro, ni abrazo.
Porque, aún muerto, alzó su puño y la luz se reflejó en el anillo y así, al menos, pudo tener algo de paz.
Porque lo que se canta, jamás le ocurrirá a él.


Aprendiz de caballero. 
Soñador sin esperanza guardada. La dio toda.

lunes, 1 de junio de 2015

Ruwat


Empezó a sonar el violín. Estaban ensayando, anocheciendo. Me senté apoyado en la ventana, me encendí un cigarro y noté como mi alma se apaciguaba.

La gente me saludaba, pero quería estar solo. La gente me hablaba, pero quería estar solo. La luna ya había salido, pero quería estar solo. Desde la ventana alcanzaba a ver la vega, hasta el río y las montañas, pero quería estar solo. Solo quería escuchar ese violín, hasta que llegase el alba.
Allí sentado, escuchando, me di cuenta de muchas cosas, el puzzle se cuadraba, todo es un círculo. Porque me encantaba esa voz, pero más aún ese violín. Era como si casi 20 años de mi vida estuvieran pasando por delante de mí.

Cómo si muchos de aquellos personajes aparecieran de nuevo, como si hubieran muerto y hubieran vuelto a la vida, quizás haya sido así. Y recordé muchas noches en el Caronte, con todos ellos, bajando la chapa del bar como en la Teta Enroscada, con nosotros dentro, hasta las tantas, hasta que amanecía, mordiéndonos.

Y a los cool les encantaba la música, ensimismados, me entró la risa mirándoles.

Y es raro... “gracias por venir…” “gracias a vosotras” “hola, ¿nos conocemos?” “se quién eres, pero tú no me conoces a mí, eres muy joven”. Ojitos.

Perdona, eres Quique, ¿no?
Sí.
Me sonaba tu cara… sigues igual, pero tus facciones se han endurecido.
Jajaja.
¿De qué te ríes?
No…, nada, me han dicho muchas cosas, pero que mis facciones se han endurecido…
Es verdad.
Te creo.

Me puse atrás. Quería estar adelante, pero no quería poner nervioso a nadie. Mejor así. Con mi botella de ron.

Pero, ¿dónde estás muchacho?
En el concierto.
¿Con los perroflautas?
Claro, hay que empezar a codearse con el poder.
Jajaja, no… si en el fondo te gusta…
Me gusta esta música.

Y entre risas, ron y violín, estaba en paz. Y pensé que hubiera sido de mí. Y en el fondo me dio envidia porque estaban creando magia, aunque también pensé que yo también lo intentaba con mis palabras. Que la música era para ellos, como lo que escribo es para mí. “Sólo quiere dar música a sus poemas”. Sonreí.

Y llegó el descanso y la voz se me acercó “sigues cantando igual de bien…” “gracias… me gusta más cantar para pocas personas, me siento más cómoda” “bueno, tampoco hay tanta gente”. Y como hacía siempre, no pidió un cigarro, sino que me quitó el mío de mis manos para darle unas caladas. La diferencia es que no deseaba que me lo devolviese. “Quédate con él” “Gracias Quique… vuelvo para el escenario”.

Me acerque despacio. En la oscuridad. Solo para tener un recuerdo. Y volví atrás a seguir riéndome con los fondos reservados, con mi botella de ron.

Quería que siguieran tocando, pero también quería charlar y compartir recuerdos y risas. Y como suele suceder, me encontré con ellas de repente en la barra, sin buscarlo, casi sin quererlo.

Dos generaciones, tan parecidas como que eran familia. Teniéndolas delante, me di cuenta que todo era mentira, que todo era verdad, que el mundo gira y te encuentras de bruces en el mismo sitio.

Ese violín que me hubiera gustado escuchar hasta el alba, “Me encanta como tocas el violín” “Ah… ¿Sí?” “Sí, me ha hipnotizado, de verdad” “Uy… no sé qué decir… ¡gracias!” “Jajaja, a ti”.

Y esa voz que ni ella era consciente de lo buena que era, “¿Qué tomas?” “Ron con coca, ¿Y tú?” “Ponme otro para mí…” Por un instante, vislumbre las mismas señales y miradas de antaño. Déjalo pasar, no te vayas Kike, pero déjalo pasar.

¡Ey! ¡Que empiezan los vecinos!, versionando canciones españolas. Joder que mal canta el colega. Ya, pero es divertido.

Y la música terminó. Y los fondos reservados se empezaron a poner pesaditos. Y al alba, aunque me miraba, la cercaba la noche. Me di cuenta que ya no hacía nada allí. Que ya lo había consumido todo. Me escabullí sin mirar atrás.

¿Ya te vas?
Sí.
Bueno… encantada de conocerte.
No dejes nunca de tocar ese violín, sigue…, tienes toda la noche para ti, Alba.





El silbido del energúmeno - Capitulo 9

     Me es imposible abrir la compuerta del suelo. No sé si es debido a que me falta fuerza o a que el paso de los años la ha dejado atascad...