martes, 21 de julio de 2015

Me invaden


Duermo. Pero no descanso.
Es como si todo aquello que lucho por mantener fuera de mi mente durante el día, aprovechara la noche. Como si todo el día estuvieran acechando, implorando que llegue la oscuridad para entrar.
Aprovechan cuando el guerrero duerme, cuando el guardián cierra los ojos, agotado, para invadir. Se agolpan a las puertas y entran masacrando todo.

Me desperté. No conocía esa habitación, ni esa cama. No sabía nada. No sé nada.
Me levanté y recorrí un pasillo largo. Estaba oscuro, pero, no sé porque razón, sabía dónde me dirigía.
Me acerqué en silencio, hasta un sofá. Estaba durmiendo. Podía divisar su silueta.
Me quedé mirando. Alargué mi mano. Y la toqué. Y la retiré rápidamente, no porque estuviera fría como la muerte, no porque quemara como el fuego, la retiré, sencillamente, porque me estremeció rozar su piel.

Podía sentir. Oía su respiración. Oía mi corazón. Volví a alargar mi brazo, mi mano, mis dedos, bajando por su brazo, desde su hombro, hasta su muñeca. Podía sentir.
Aparte su melena muy lentamente, no quería despertarla. Ronroneó entre sueños.

La cogí entre mis brazos y la llevé a la cama. Seguía dormida.
La tumbé. Yo detrás. El silencio era absoluto.
Duerme… duerme por favor. Y tú despierta… despierta por favor. Pero no.
Su espalda… con gotitas de sudor. Acerqué mis dedos, deslizando. Podía sentir.
Desde su nuca, bajando por su columna. Sentía su piel. Las yemas de mis dedos sentían su piel.

Se despertó. Yo quería que durmiese, pero se despertó. Yo quería despertarme, pero seguía soñando.
Se dio la vuelta. Y me besó. Me besó. Nos besamos.
Y oía risas al lado ¡uy! Si se están besando…
Y seguimos besándonos. Y sentía su boca.
No me importaban las risas. No la importaban las risas. Porque también nosotros nos reíamos.
Y se puso encima de mí. Tócame. Muévete. No me pertenecía. No la pertenecía.
Nos daba igual todo. Era deseo. Solo era deseo de abrazar. Suspiré.

miércoles, 8 de julio de 2015

Quemando


Hace un calor insoportable y tengo una sed insufrible. Ardiendo.
Que mejor momento para ver consumir ciertas cosas en el fuego, haciéndose cenizas.
Que mejor momento para beber sin parar y saciar esta sed.

Me he puesto en primer lugar a quemar papeles. Me he puesto delante de la chimenea y me he puesto a quemar. Papeles, algunos escritos, otros a medio escribir. Debería haber quemado también algún libro, pero he pensado que quizás alguien, algún día, lo pueda leer.
He quemado papeles, con sus palabras y con sus letras. Palabras, palabras, palabras, palabras, palabras, palabras y palabras y más palabras, que no sirven absolutamente para nada.
De hecho no se ni porque estoy escribiendo esto.

He quemado también recuerdos. Me he quedado solo con los dolorosos, para no volver a caer en ellos.
Los bonitos ya me quedaban pocos, mejor, menos trabajo. Vale... ¡lo reconozco!, alguno he dejado.
Los he cogido, arrugado y han ido a parar al fondo de la chimenea. Como casi ni se acordaban de mí, han desaparecido rápido entre las llamas.

He quemado ilusiones y fantasías. Como en las noches de Disney.
Es mejor quemarlas, pues son crueles y sólo sirven para sufrir al despertar. Que sufran ellas también un poco mientras se retuercen entre las llamas.

Lo mejor de todo es que he quemado sueños. Ha sido lo más emocionante y, sin duda, provechoso. Los he ido sacando de mi corazón, unos han salido por su propio pie, a otros los he tenido que arrastrar. Los he calmado y consolado antes de matarles, total, les he dicho, así lo habéis querido, al parecer sois imposibles de alcanzar, por lo tanto, no vais a sufrir.

Así, sin papeles, recuerdos, ilusiones, fantasías ni sueños, uno se convierte en uno más, en uno de aquellos que va sonriendo por la calle, que no tiene ni puta idea de por lo que sonríe ni le apetece hacerlo, pero que, al menos, lo hace y aparenta ser como el resto.
Van consumiéndose y desaparecen como humo.

Lo he hecho porque, en el fondo, soy un envidioso. Envidioso de aquellos que viven sin papeles, recuerdos, ilusiones, fantasías ni sueños. Son afortunados.
Lo he hecho porque mi corazón me ha dicho basta.

Con tanto fuego tenía la garganta seca.
No pensé que sería tan fácil. Nunca pensé que me encontraría con el manantial tan de repente. Jamás pensé que fuera un agua tan prohibida y oscura, pero tan fresca y dulce.
En la vida llegue a pensar que pudiera quemar tanto. Quemando.

El silbido del energúmeno - Capitulo 9

     Me es imposible abrir la compuerta del suelo. No sé si es debido a que me falta fuerza o a que el paso de los años la ha dejado atascad...