miércoles, 8 de julio de 2015

Quemando


Hace un calor insoportable y tengo una sed insufrible. Ardiendo.
Que mejor momento para ver consumir ciertas cosas en el fuego, haciéndose cenizas.
Que mejor momento para beber sin parar y saciar esta sed.

Me he puesto en primer lugar a quemar papeles. Me he puesto delante de la chimenea y me he puesto a quemar. Papeles, algunos escritos, otros a medio escribir. Debería haber quemado también algún libro, pero he pensado que quizás alguien, algún día, lo pueda leer.
He quemado papeles, con sus palabras y con sus letras. Palabras, palabras, palabras, palabras, palabras, palabras y palabras y más palabras, que no sirven absolutamente para nada.
De hecho no se ni porque estoy escribiendo esto.

He quemado también recuerdos. Me he quedado solo con los dolorosos, para no volver a caer en ellos.
Los bonitos ya me quedaban pocos, mejor, menos trabajo. Vale... ¡lo reconozco!, alguno he dejado.
Los he cogido, arrugado y han ido a parar al fondo de la chimenea. Como casi ni se acordaban de mí, han desaparecido rápido entre las llamas.

He quemado ilusiones y fantasías. Como en las noches de Disney.
Es mejor quemarlas, pues son crueles y sólo sirven para sufrir al despertar. Que sufran ellas también un poco mientras se retuercen entre las llamas.

Lo mejor de todo es que he quemado sueños. Ha sido lo más emocionante y, sin duda, provechoso. Los he ido sacando de mi corazón, unos han salido por su propio pie, a otros los he tenido que arrastrar. Los he calmado y consolado antes de matarles, total, les he dicho, así lo habéis querido, al parecer sois imposibles de alcanzar, por lo tanto, no vais a sufrir.

Así, sin papeles, recuerdos, ilusiones, fantasías ni sueños, uno se convierte en uno más, en uno de aquellos que va sonriendo por la calle, que no tiene ni puta idea de por lo que sonríe ni le apetece hacerlo, pero que, al menos, lo hace y aparenta ser como el resto.
Van consumiéndose y desaparecen como humo.

Lo he hecho porque, en el fondo, soy un envidioso. Envidioso de aquellos que viven sin papeles, recuerdos, ilusiones, fantasías ni sueños. Son afortunados.
Lo he hecho porque mi corazón me ha dicho basta.

Con tanto fuego tenía la garganta seca.
No pensé que sería tan fácil. Nunca pensé que me encontraría con el manantial tan de repente. Jamás pensé que fuera un agua tan prohibida y oscura, pero tan fresca y dulce.
En la vida llegue a pensar que pudiera quemar tanto. Quemando.

2 comentarios:

  1. Todos (creo, ejem) hemos quemado cosas alguna vez: recuerdos, sueños y esperanzas. Casi siempre es el corazón el que sale chamuscado. Me encanta, tiene mucho ritmo y atrapa... ¡enhorabuena!

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  2. Gracias Chari, ¡pero no te chamusques! que luego queda la marca..

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