martes, 28 de abril de 2015

Solo un café, sólo...


¿Quieres que tomemos un café? Sólo un café, sólo.
A mis padres les encantaba el café. Tengo esa imagen de mi padre grabada, con la taza en una mano y el ducados en la otra. No recuerdo haberle visto nunca tomarse una cerveza y menos aún una copa.
En casa se tomaban los cafés con leche condensada.
Cuando lo dejaban en la cocina o en el salón unos instantes, me acercaba y le daba un sorbito. Mmm ¡rico! me encantaba ese sabor.
Mi tía en Madrid también era adicta. Lo preparaba diferente. Daba igual, allá que iba yo relamiendo un poco cuando nadie miraba.

Soy alto, pero a los 11 o 12 años era pequeño, me llamaban pitufo.
Mi madre, muy apañada ella, empezó a darme jalea real todas las mañanas.
Me levantaba y allí tenía mi vaso de leche preparado, con cola – cao y jalea real, una bomba de relojería. Recuerdo que subía corriendo al colegio, como un rayo.
Pero el sabor se me fue haciendo realmente empalagoso, así que para “rebajar” un poco, empecé a echarle un poco de café cuando nadie miraba.
Y un poquito más y otro poquito.
Y como ya había crecido, deje la jalea real y, con el tiempo, también el cola – cao.

Como imagino muchos, no soy nadie por las mañanas hasta que no me tomo mi café, hasta ese momento no soy persona humana.
Y en el trabajo me he acostumbrado a tomar café nada más llegar, sino, no trabajo. Con mi bollito de chocolate claro, que ya no comparto con nadie, sólo para mí. Glotón.
Y antes de acostarme tengo que tomarme mi café, sino no me quedo a gustito, aunque suponga que me cueste quedarme dormido, total, me iba a costar igual.

El primer café especial que me viene a la memoria fue en Roma, en el viaje del instituto, sentado en una terraza, en la Plaza de España, con Pedro y Amaya.
“Quindici mila lire”
“¿Qué dice este tío? ¿Quince mil liras por tres cafés?”
“Quindici mila lire, per favore”
“¿Cinco mil liras por cada café? ¿¿¿¿Quinientas pelas???? Jo puta…”
Hay que reconocer que la terraza estaba muy bien y el café (capuchino) estaba especial, pero aún tengo la duda si nos timo, pues al cambio actual son casi 3 euros por café y de esto hace más de 20 años.
Da igual, los tres allí. Volvería a pagar las quindici mila lire, per favore.

Recuerdo el café con aquella chica que conocí por la zona de Tribunal. Nos quedamos mirándonos en aquel local y, casi sin darnos cuenta, habíamos dejado a nuestros amigos y estábamos solos por las calles, riéndonos, besándonos, casi sin hablar.
Nos mirábamos, nos reíamos y nos besábamos. Toda la noche, hasta que se hizo de día. Fue tan raro. Terminamos tomando un café. Quería llevarla a su casa y se volvió a reír, quería volver a verla y volvió a reírse, quería… chsss… calla… puso su dedo en mis labios, me volvió a besar y se fue. Adiós.

Recuerdo aquel café en aquella cafetería de El Cairo, cerca del zoco de Khan el Khalili, infestado de gente, voces, olores, tanta calor, tanta humedad… nos mirábamos con el rabillo del ojo, sonriendo, disimuladamente, por encima de todo y de todos, porque sabíamos lo que vendría después.
“أقدم الإبل عشرين ألف لزوجتك”
“¿Qué dice? ¿Qué quiere?”
“20.000 camellos”
“¿Cómo?”
“Que dice que te ofrece 20.000 camellos por ella”
“Jajaja, ¿20.000?”
“Sí”
20.000 camellos… me quedé mirándola, como se reía, con su piel humedecida del sudor, dios… que guapa eres joder.
“Dile que gracias, pero que no tiene camellos suficientes”.

Cafés con argentinos, los preparan bien, que me contaban sus penas y yo mis inquietudes.
Cafés en la plaza de La Madeleine, los croissants son gratis y los niños vienen de París.
Cafés delante de la chimenea, mirando el fuego, acariciando a mi gato.
Cafés… miles de cafés… de trabajo, de mañana, de tarde, de noche, con éste, con aquella, hablando sin decir nada, o sin decir nada pero diciéndolo todo, pero… pero sólo algunos especiales. Muy pocos en realidad.
¿Quieres que tomemos un café? Sólo un café, sólo…

2 comentarios:

  1. Yo me tomaba uno pero ya... como siempre, me encanta lo que escribes y cómo lo haces

    ResponderEliminar
  2. Gracias... ¿Te invito a uno? ¿Quieres?

    ResponderEliminar

El silbido del energúmeno - Capitulo 9

     Me es imposible abrir la compuerta del suelo. No sé si es debido a que me falta fuerza o a que el paso de los años la ha dejado atascad...