jueves, 16 de abril de 2015

Txakolis


No había ido nunca. Lo tenía prohibido. Prohibido por mis principios y también por mi cuerpo, aún le tengo cierto aprecio. Pero mis principios hace tiempo se desmoronaron (si es que he tenido alguno) y a mi cuerpo, desde que voy a la escuela de boxeo de mi primo, le importa poco lo que le pase. El caballero apalizado, así me llama mi primo. Tiene gracia.

No fue como en esa película que todos hemos visto o, al menos, nos han contado algo. Todo el mundo se reía, se partían el culo mirando la pantalla y yo esbozaba una sonrisa, más que nada para no parecer el imbécil, el rarito del cine.

Según me iba acercando mi emisora de radio dejo de oírse bien, así que le di al buscador y allí que me salió una voz de chica a la que no entendía ni papa, la deje un rato, no sonaba mal del todo aquella voz, incluso me estaba gustando. Vale, vale, ya vale, con un ratito está bien joder, que luego uno se acostumbra.

Tenía bien claro que aparcaría mi coche en un parking, pero ¡coño!, que sitio más bueno…, al lado del casco viejo, ¿y si lo dejo aquí? Bah, venga, aquí que lo planto, no es una callejuela apartada, déjate ya de historias mendrugo. Pedazo de zoquete.  

Al casco viejo, pero a la plaza nueva. O sea, a la plaza nueva del casco viejo, que de nueva tenía poco, pero bueno, así la llaman y yo respeto mucho las costumbres locales.

-          ¿Qué quieres tomar madrileño?
-          Joder, yo que sé, lo típico de aquí ¿no?
-          ¿Yzaguirre?
-          ¿Eso qué es?
-          Vermut, pero un poco más fuerte.
-          Vale.
-          ¿Y de pintxo?
-          Yo que se…, ese de ahí tiene una pinta cojonuda.

Uno. Dos Yzaguirres…, joder están ricos...
La plaza ocupada por un escenario. Estarán de fiestas…, me importa un bledo. Ya llevo tres. Si hasta parecen majos y todo. Joder y todos hablamos el mismo idioma, esto es la hostia… ¡la hostia! Y tú que desconfiabas…

-          ¿Has visto que pinta me llevan todas? No me digas que no tienen el gusto ahí mismo, todas igual, tabla rasa.
-          Pss, pues no sé, a mí me parecen majas.
-          No me jodas macho, aquí no hay quien se coma una rosca.
-          Ni puta idea, si tú lo dices.

Estaba empezando a dejar de mirar con recelo, para empezar a mirar con curiosidad.
Y me di cuenta que a mí también me miraban con curiosidad. Con demasiada curiosidad. Merodeando.

-          ¿Pasamos a los txakolis?
-          ¿Cómo?
-          Vino blanco.
-          Ah, ¡vale!

Por la plaza y sus alrededores. Bandera por aquí, pintada por allá. Si son felices así…, mientras no me peguen un cocotazo por la espalda, así a traición.

-          Éste es que es gilipollas, te lo digo yo, así le ha pasado, el chicote buena persona, ¿para qué? con las tías hay que ser un cabrón.
-          ¿Tú crees?
-          Pues claro, siempre haciendo favores, siempre el chico bueno, te llevo, te traigo. Y mírale…. Ahora, que no será porque no se lo avisé.
-          No sé, ca uno es ca uno como dicen en mi pueblo.
-          Jajaja, ¿ca uno?
-          Si, ca uno sí, con k si lo prefieres.
-          Jajaja, tiene gracia el madrileño, ca uno es ca uno, jajaja.

El aludido tomaba su txakoli tranquilamente. Tenía ojeras. Pelo cortito. Fortachón.
No le dije nada. ¿Para qué?

-          ¿Qué? ¿Te animas?
-          ¿Qué si me animo? ¿Qué si me animo a qué?
-          Ale joder, pues a decir a voces lo que pensabas decir si venías aquí alguna vez.
-          Ah… lo de ¡Arriba España! ¡Con dos cojones!
-          Jajaja, si eso mismo.
-          Pss… pa que? Pa na. Quizás lo haga cuando me vaya, sacando el dedo por la ventanilla, ¡jodeos cabronesssss!
-          Jajaja, vamos, que no tienes cojones.
-          No es eso, es que España no existe para ellos, así que imagino me mirarían rarito.
-          Hombre… existir… si existe hostias.
-          Que no. Es como si uno de estos con los pelos que me llevan, con pendientes y demás, se planta en la Puerta del Sol y se pone a berrear a favor de la nación vasca…, yo al menos le miraría con ternura… pobre…, vamos que me descojonaría de él.
-          Jajajaja, eres la polla macho.
-          En el fondo tienen todos una pinta pijos que no pueden con ella.
-          Jajajaja.

No sé si era mi percepción, pero estaba empezando a notar una procesión acechándome y no precisamente para darme de hostias.

-          ¿Dónde cojones lo echas?
-          ¿Qué dices ahora…?
-          Joder, lo que comes y lo que bebes.
-          Pues no sé, eso mismo me pregunto yo.
-          Aguantas bien…
-          ¿Qué dices chavalote? Si quieres seguimos, acuesto a toda esta pandilla y me quedo solo en la ciudad.
-          Jajaja, chulito… no podía ser de otra forma.
-          Ni chulito ni leches. Eso sí, mañana no cuentes conmigo.
-          Jajajaja.

Para cenar nos dirigimos hacía el centro de la ciudad, a un local famoso llamado “Café Iruña”, a comer unos pinchos morunos. Local de principios de siglo, con gente de todo tipo. Había cola para coger los pinchos, que se alargaba hasta casi salir por la puerta del local.

-          Están cojonudos, ahora lo veras.
-          Me gusta como los hace el colega.
-          Jajaja, ¿Cuántos quieres?
-          Yo que se… ¿tres o cuatro, no?
-          ¿Tres o cuatro? La madre que te parió…
-          Parecen pequeños…

Al final fueron tres y tuve que repetir, pues me quedé con hambre. Y había perdido ya la cuenta de los txakolis. Y nos rodeaban. Y siempre quedaba la penúltima. Y empezó a caer una lluvia fina que, la verdad, no me molestaba en absoluto.

-          ¿Queréis que lleve yo el coche?
-          Como quieras, casi mejor que sí. Con la benemérita tengo confianza, pero con estos de la boina roja...
-          Jajaja, bueno… ¿Qué?
-          ¿Qué de qué?
-          ¿Qué tal todo? ¿Repetirás?
-          Aún no ha terminado el día… y sí, repetiré. El sur me gusta, pero he de reconocer que el norte… siempre será el Norte.
-          Así me gusta madrileño...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

El silbido del energúmeno - Capitulo 9

     Me es imposible abrir la compuerta del suelo. No sé si es debido a que me falta fuerza o a que el paso de los años la ha dejado atascad...