miércoles, 3 de febrero de 2016

El trastornao


A veces pasas momentos apurados, ya sea en el trabajo o en tu relación con los demás. De estas veces que te dan ganas de descojonarte de la risa y, al mismo tiempo, no sabes cómo salir del embrollo.
Es gracioso hacía donde pueden derivar las conversaciones y relaciones con los demás, los malos entendidos y nunca conocer verdaderamente sus razones, o no querer entenderlas, o no saber, o no poder.  

¿Qué esperamos de los demás? ¿Qué somos o hemos sido con toda la gente con la que te cruzas en la vida? ¿Por qué me hago estas preguntas? Quizás sea por haberme quitado peso de encima. De hecho, hace tiempo que no me duelen las cervicales, aun así admito masajes. Es como un corredor de fondo, que sabe que tiene todas las papeletas para ganar la carrera, pero está agotado, ya no puede más, y solo piensa en llegar a la meta. Y alucina pensando en cómo lo va a celebrar, en las declaraciones que hará, en las fiestas que se montará, pero, llega a la meta y se desploma. Y solo piensa en recoger la medalla, escuchar el himno y desaparecer.

Me gustaría poder mirar a los ojos y preguntar a ciertas personas: ¿Qué he sido para ti? ¿Qué he significado para ti? Si es que he sido algo, si es que he significado algo.
O simplemente preguntar algo tan sencillo como: ¿Por qué?
Nos empeñamos en buscar donde no te quieren encontrar, en mirar donde no quieren que les mires, donde ya no hay nada, en sentir cuando al otro lado hay encefalograma plano, en recordar cuando la memoria no ha existido nunca.

Hace un tiempo me dijeron que hacía felices a los demás. Y me quedé pensativo. Y durante un tiempo esa observación hacía que todo tuviera sentido. También que soy un hacedor de sonrisas, lo cual me hace sonreír. O que soy una luz en la oscuridad, lo cual es precioso, lo quiero, eso es, me quedo con tu luz.

 
El trastornao, del que he hablado en algunos de mis relatos anteriores, es un personaje de mi pueblo. Tendría cabida en alguna novela de Eduardo Mendoza o en alguna película de Torrente, de hecho, se tira el firiguiti de que ha actuado en alguna de ellas, haciendo cabriolas con la moto.

El trastornao dice ser policía (nacional, sí, aún tenemos Nación). Dice trabajar en la Comisaria de Información, dice trabajar en la lucha antiterrorista (sí, cada vez hay más terroristas). Si tú le ves por la calle, casi te dan ganas de darle unas monedillas. Más bien bajo, con la barriga cada vez más pronunciada, de tez morena, orejas pequeñas y ojos negros muy vivos, con andares de pueblerino hasta decir basta, que parece que le han molido a palos hace escasamente cinco minutos. Suele vestir de manera casi andrajosa, vergonzosa sin duda. Creo que se afeita una o dos veces al mes y el tema de los baños ya lo desconozco. Si le escuchas como habla, tus dudas de que se pueda tratar de un paleto asilvestrado trastornado guarro, se corroboran al momento.

Si quieres reírte, escúchale. Si quieres descojonarte vivo, siéntate con él a comer.
Porque en el fondo, es todo una farsa. Todo es mentira.
Es un artista y lo hace bien.
Móvil. Sonando. Llamada entrante.

-          ¿Qué pasa trastornao? ¿Cómo te va?
-          Enrique, ¿Enrique?
-          Dime, sí.
-          Ah, Enrique, ¿eres tú?
-          Pero cómo que si soy yo, pero si me has llamado tú.
-          Que me has dado un toque.
-          ¿Qué te he dado un toque?
-          Si, copón, que me has dado un toque, ¿Qué quieres?
-          ¿Pero qué dices?
-          Que si quieres algo, que me has dado un toque.
-          ¿Qué te he dado un toque? Joder macho, cada día estas peor, no sé de qué me hablas.
-          No me digas que no, porque ya voy entendiendo estas cosas.
-          ¿Pero qué cosas? ¿Qué cojones dices?
-          Coponaria, ¿sabes que la Susi me hizo un Facebook no?
-          A ver trastornao, como no lo voy a saber si fui tu primer amiguito, después de la Susi.
-          Bueno, a ver, a lo que voy, es que esta mañana me he metido, porque ya voy entendiendo de estas cosas eh, y me habías dado un toque.
-          Jajajaja, pero te lo di hace tiempo, porque tú me lo diste a mí.
-          ¿Y qué quieres?
-          Que no quiero nada, que te devolví tu toque, solo eso.
-          ¿Qué yo te di un toque?
-          Si, nada más abrir tu Facebook, y yo te agregue y devolví tu toque.
-          Pero yo no te di ningún toque.
-          Eh… que si Toño, por favor, que me lo distes.
-          Pues no sé, estaría cogiendo olivas y te daría un toque sin querer.
-          ¿Cogiendo olivas? A ver, que no fue una llamada perdida, que es una opción de dar un “toque” a alguien en Facebook.
-          ¿Y qué quería?
-          Y yo que cojones sé que querías, que no querrías nada, que le darías sin darte cuenta, déjalo, de verdad.
-          Entonces, ¿quieres algo? ¿necesitas algo? ¿Quieres algo para tu madre?
-          Que no…, de verdad, gracias.
-          ¿Estuviste el otro día? No te vi.
-          Estuve pero me fui rápido, tenía al chico malo.
-          Yo estuve trabajando.
-          ¿Entonces como cojones me vas a ver si no estuviste?
-          Ya, pero no vi el coche ni na. ¿Vienes a la candelaria?
-          No creo.
-          Ven y me compras la angula.
-          ¿La angula?
-          Si, ya le he dicho a tu madre que no la saquen a 120 euros, que luego al final me la tengo que comprar yo a mí mismo, como siempre.
-          No te entiendo macho.
-          La angula me cuesta 113 euros, y estas tontarrias la sacan a 120 euros, ¿quién cojones se va a gastar ese dinero en una angula? Ya les he dicho, este año, ¡sacarla a 50 euros! Y de ahí que vayan subiendo.
-          Pues no creo que vaya, así que no podré comprar tu angula.
-          ¿Qué haces?
-          ¿Qué qué hago? Coño, pues estoy en el trabajo.
-          25.000 kilos llevo este año.
-          ¿De olivas?
-          Sí, tengo que recuperarme, que entre la boda de la chica y demás gastos. Ahora… que olivos tengo macho, mejor que nadie, atarragaos.
-          Te vas a deslomar.
-          Estoy cansado sí, menos mal que este año con la máquina… aunque están duras las jodias. Luego algunos gilipollas se ríen de mí, anda que les den por culo.
-          ¿Ya has terminado?
-          Es como en la procesión, que calorina hacía, en mangas de camisa, y estas celorrias con los trajes de pieles, vamos no me jodas.
-          ¿Pero qué cojones dices ahora?
-          Un calor, y los celorrios con el abrigo, y las celorrias con las pieles, si ya lo decía Alfonso X “El Sabio”, que la Alcarria era tierra de analfabetos, incultos y maliciosos. Tontarrios y malos.
-          Es el día grande joder, además, habrá de todo hombre.
-          El 90% analfabetos integrales, te lo digo yo.
-          Ya será menos, ¿Cuándo comemos?
-          Estoy mu liao. A ver si acabo con las putas olivas y me invitas.
-          ¿Qué te invite? Si me debes ya no sé cuántas comidas y cenas.
-          Que si, que te debo alguna sí, ya lo sé, pero tú luego me invitas al café ahí en esa terracita…
-          Jajaja, venga va. Llámame.
-          Aleeeeeee venga, yo te llamo, hasta luego, hasta luego.
-          Ale, adiós.

Si no conoces al trastornao, puedes llegar a sentir, en determinados momentos, autentica repulsa, asco y vergüenza ajena hacía él.
Pero, la auténtica diferencia, es que, sí está en él, da su vida por ti.
Y siempre dispuesto a hacerte cualquier favor que necesites.

Necesitaba renovar mi DNI. Así que llamé a mi contacto, pues hasta hace relativamente poco las colas para este trámite eran interminables. A las 16:00 horas en el punto indicado. Una compañera, que se enteró de donde iba, pidió venirse conmigo, pues también necesitaba renovarlo. Llame a mi contacto y éste accedió sin problemas.

Llegamos al punto indicado a las 16:03 horas. La cola ya recorría la calle, y justo en la entrada de la comisaría nos esperaba mi contacto, es decir, el trastornao.
Con su casco en la mano, haciéndonos señas para que nos acercáramos. Ni las buenas tardes nos dio. A voz en grito, a voces:

-          ¡Pero a ver!, ¿¿A qué hora os he dicho que estuvierais aquí??
-          A las 4.
-          ¿Y qué horas es? ¿¿Qué hora es??
-          Las 4 y cinco casi.
-          ¿Y ahora qué hago yo? ¿Eh? ¿¿Cómo cojones os voy a colar con toda esta gente ya delante?? ¡¡Si os digo a las 4, era a las 4, joder!! ¿Qué escusa voy a poner ahora? Hay que ser un poco más responsables, ¡ostias!

La gente de la cola nos miraba, le miraba más bien, con la boca abierta, se hizo un silencio sepulcral. El loco.
Mi compañera se puso roja como un tomate, bajo la cabeza, se dio la vuelta muy despacito y se fue calle atrás a ponerse a la cola.
A mí me entró la risa floja.

-          ¿Pero donde cojones va esta mujer ahora?
-          Jajajaja, yo que sé, la has asustado.
-          ¿Eh? ¿Qué la he asustado? ¡Señora! ¿Cómo dices que se llama?
-          Sagrario.
-          ¡¡¡Sagrario!!! ¡¡¡Oiga!! ¿Pero dónde va? Que la entrada está aquí. ¿Pero trabaja contigo?
-          Si.
-          Qué país madre.

Mi compañera no quería volver. Casi a rastras.

-          Ay por favor, cállese Usted, se lo ruego.
-          ¿Qué me calle?
-          Si, que hable más bajo, no he pasado más vergüenza en mi vida.
-          Copón señora, es que si les digo a las 4, es a las 4. Yo soy un hombre ocupado, y no puedo colarles sino hacen exactamente lo que yo les diga, ¿Entiende?
-          Si… pero baje la voz, por favor. Dios mío que situación.
-          Deje de lloriquear señora y vamos a organizarnos. Voy a entrar a ver qué puedo hacer, ¡no os mováis de aquí!

A los cinco minutos estaba de vuelta, aun con el casco en la mano. Se plantó en mitad de la acera, nos empezó a guiñar el ojo de forma evidente y estrambótica, y empezó de nuevo a voces:
 
-          ¡Oigan! ¡los del pasaporte que pasen directamente por aquí! ¡los del pasaporte por favor!

Mi compañera se quedó blanca en esta ocasión. Yo le miraba ensimismado. La gente alucinaba con el loco.
 
-          ¡¡¡Los del pasaporte!!! ¡¡¡¡¡Los del pasaporte!!!!!
-          Sí, yo quiero renovar el pasaporte.
-          ¿Y Usted señora?
-          ¿Yo…?
-          ¿Pero no me ha dicho que quería renovar el pasaporte? ¡Aclárese de una vez copón!
-          Sí, no… ¿el pasaporte?
-          El pasaporte sí, el pasaporte. Ande, ande, pase Usted, que no se entera de nada y luego van diciendo que somos los de pueblo los analfabetos.

Mi pobre compañera estaba temblando y yo ya no sabía dónde meterme. A una mesa directamente. El funcionario miraba el ordenador, sin levantar la vista.
 
-          Anda, hazles el DNI a estos barlochis.
-          Primos tuyos ¿no?, como siempre.
-          Éste sí. Es mi primo del pueblo. Esta mujer me la he encontrado en la calle berreando, que tenía pánico a las colas y aglomeraciones.

No pude más con mi vida. Explote a reír.

Ahora que lo pienso, no sé porque empiezo escribiendo chorradas y acabo contando gilipolleces. Quizás es que soy yo el trastornao.

 

4 comentarios:

  1. Pues mira, a mi me gusta el trastornao, se le ve buena gente y eso no abunda. Y si encima te evita colas y te hace reír, mejor que mejor. Ahora, me imagino el apuro que pasaría tu compañera, jajaja, pobrecilla.
    Un beso, Kike, hacedor de sonrisas y luz en la oscuridad
    :)

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    1. Es buena gente si, un poco bruto. Y te hace reír, aunque a veces sea un poco cansino.
      Gracias de nuevo Chari. Un beso!!

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  2. Quizá, nos empeñemos en querer hacer ese tipo de preguntas con latidos, tan sencillas, a personas que tienen el encefalograma plano de latidos, para contestar a esas preguntas...Quizá, la vida, es un juego endemoniado de ajedrez donde los trastornados hacedores de sonrisas, son ese comodín que puede pasar de ser rey a peón y ganar la partida con la mágia de su sencilla locura...

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    1. Pues mejor no lo has podido describir Yolanda. Cuando juego al ajedrez lo hago de forma impulsiva, siempre saco rápidamente a la Reina, no soporto que este parada, con todo lo que es capaz de hacer.

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