lunes, 14 de septiembre de 2015

No soy Spiderman

No soy Spiderman. Aunque parezca que haya podido serlo, no lo he sido, ni lo soy.
Si fuera Spiderman iría sobrevolando, balanceándome, lanzando mis telarañas hasta recogerte. Te cogería, te abrazaría y te dejaría a salvo en el suelo o en la repisa de algún edificio.
No me podrías mirar a los ojos, llevaría mi mascara; y no podría hablarte, pues reconocerías mi voz y me descubrirías.
La gente aplaudiría al héroe y al día siguiente saldría en los periódicos, ¡toma ya!

Tampoco soy un bombero. Aunque estaría bien, ¿no?
¿A qué te dedicas? Soy bombero. ¿Bombero? Si. ¡wow! ¡No me digas! ¡Mmm! ¡Interesante!
Si fuera bombero, con esas grúas y escaleras que llevan, podría acercarme lo suficiente a ti para que te aferrases a mi mano. También podría recogerte abajo, antes de caer, poniendo una balsa de espuma o colchoneta de rescate. Saltarías como las niñas.
Hasta incluso podría llegar a ser divertido, emocionante.

Ni siquiera estoy cachas. Más bien un poco huesines.
Si estuviera cachas, marcando bíceps, con algún tatuaje, te esperaría en plan chulito.
Me pondría debajo y te recogería en mis potentes brazos. Te guiñaría el ojo nena y te dejaría tranquilamente en la acera. Hasta incluso puede que intentara ligar contigo.

Pero… no soy Spiderman, ni soy un bombero, ni estoy cachas.

En realidad puede que no signifique nada, una simple imagen, que todo sea una farsa, que, como en los espectáculos de magia, estés cogida por una cuerda invisible y yo, ingenuamente, este haciendo el ridículo.

¿Qué puedo hacer yo? Si ni siquiera sé nada. Nunca he sabido nada. No sé nada. No soy nadie.

Te contaré una historia. Compartiré contigo un recuerdo. Siempre me han fascinado las aves rapaces, las águilas en particular. El último regalo fue un enorme libro sobre las rapaces ibéricas, con ilustraciones. Me dolía que muchas de ellas estuvieran en peligro de extinción. Aún lo releo y miro de vez en cuando.

Cerca del río, bajando por uno de los valles, en un enorme olmo, el más grande que he visto en mi vida, tenían su nido una pareja de águilas perdiceras. Lo descubrí siendo un niño, pues me gustaba explorar, bajar hasta el infierno y sentir que casi me perdía.
Bajaba con mi bici, la aparcaba cerca del camino y me adentraba en la maleza.
Tenía que ocultarme, ir corriendo de escondite en escondite, pues sabía que las águilas son capaces de ver un conejo a centenares de metros desde el cielo y yo era más grande que un conejo y, si me veían, no se acercarían a su nido, a no ser que fuera por extrema necesidad.
Llegaba hasta el borde del precipicio, me ocultaba entre los matorrales, sacaba mis prismáticos y esperaba, con mi botella de agua y mi paquete de galletas del Príncipe de Beckelar. Bien, bien… ya tengo la posición. No me importaba esperar horas. Sabía que, más tarde o más temprano, irían al nido, a dar de comer a sus aguiluchos.

Las veía batiendo las alas, arriba, vamos… bajad… oía sus gritos. Y bajaban. Las tenía a escasos 50 metros. A veces, me sorprendían, pues estando yo oculto, pasaban sobrevolando mi cabeza, solo unos metros por encima, ¡ostias que susto! ¡Joder! ¡ufff! Un escalofrió recorría mi cuerpo entero. Ya está… no ha pasado nada.
Y sacaban adelante a sus polluelos. Era fascinante observarlos volar por primera vez, ver a la pareja de águilas y sus dos o tres crías, planeando en el cielo.

Durante años anidaron allí. Y yo me convertí en su guardián, así, al menos, lo sentía yo.
Imagino que alguno más sabría de su existencia, pero yo jamás lo compartí con nadie, pues me podía el miedo a que llegara a conocimiento de la persona equivocada y pudieran hacer daño a mis águilas.

Pero llegó esa enfermedad y secó su olmo, mi olmo y todos los de alrededor, todos, de raíz.
Y yo bajaba hasta el fondo del valle, al comienzo del tronco y maldecía aún no se contra quién, porque mis águilas dejaron de anidar allí.

Aun así, obtuve su amistad, su cariño, para siempre.

¿Y que podría hacer yo? Implorando esa antigua amistad, he convocado a las grandes águilas.
Quedan ya tan pocas, siempre ocultas, desean no existir para los mortales.
Son enormes, su cuerpo y sus alas son capaces de sostener a una persona.
He pedido su ayuda, no para mí, eso les ha hecho dudar, hasta que las he convencido que es como si lo fuera, porque lo siento así, porque me retumba dentro.

Una de las grandes águilas acudirá rauda. Son fuertes, más rápidas que el viento, te recogerá y remontara el vuelo, subiendo hasta las nubes. No temas, no te dejará caer, aun así agárrate fuerte. No hablan a nadie que no conozcan, jamás lo hacen, pero te dejará a salvo, donde tú la digas. Gánate su amistad, hazlo, así volverá a recogerte siempre que lo desees.


 

11 comentarios:

  1. Mis águilas..... Yo siempre sueño que soy una, en los más alto sin prisa, sin pausa observando este mundo que no es el mio....
    Me encantan las aves rapaces, observarlas, siempre en las salidas al monte, bosque.. son mágicas sin duda, poderosas y débiles al mismo tiempo. Bonito relato. Gracias

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  2. Hola, gracias a ti Marijose, recuerdo mi primera acampada con el colegio, a la vuelta mi profesor me preguntó ¿qué es lo que más te ha gustado? Y yo respondí "las águilas. .."
    Besos!

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Hola amigo, te dejo un enlace a mi cuaderno http://luisperronegro.blogspot.com.es/2015/09/premios.html
    donde encontraras una pequeña sorpresa

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  5. Yo soy más de halcón peregrino... Muy bonito, gracias por compartirlo. Qué más da que no seas bombero, ni superman.... Has ido al mejor de los colegios y vuelas como las águilas... Yo todavía espero mi carta y mi billete de tres y no llega. No te pido, tus águilas, pero ¿Podrías enviarme una lechuza?

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  6. ¿Y porque no lo compras...? Solo tienes que acercarte a la estación, aunque entiendo tu espera. Una lechuza... tiene gracia..
    Sólo me queda una, en mi pueblo, me acompaña por las noches y me ayuda a dormir. Te la envío, con una carta para ti...

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    1. No puedo comprar ese billete... solo te lo envían con una carta de aceptación en el mejor colegio de magia y hechicería. Parece que soy muggle o squib... una de dos..
      Gracias por la carta. Espero llegue pronto....

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    2. Jajajaja, perdona que me ría...tu ibas por un sitio y yo por otro, a veces olvido hasta mi nombre...
      Aun así, tendrás tu lechuza... y tu carta...

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    3. ya sé por donde ibas pero quería que vieras por donde iba yo!jajajajajaja (soy una friki de harry potter). Gracias, la espero ansiosa

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  7. Yo soy de gorriones, son mi debilidad. Quizá sea la cercanía, o que me alegran a diario cuando vienen a visitarme a mi balcón. Ahora los padres traen ya hasta a los polluelos para que coman... ¡es un espectáculo! También veo, al llegar el frío, a los cormoranes en el espigón frente a mi casa. Es una gozada poder disfrutar de ellos. Tu relato me ha encantado, por cierto. Mágico... como tu apellido

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    Respuestas
    1. :) Al final abro una pajarería...o un zoo, no estaría mal.
      Y yo solo quería dar mi aliento a alguien que parecía caer en un abismo.
      Tú también eres mágica Chari. Gracias.

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