lunes, 7 de septiembre de 2015

Tomb Raider III - Adventures in Union Park


Fue pasando el invierno y Tomb Raider se convirtió en un vicio. Para cualquiera que haya podido disfrutar con las aventuras de Lara Croft lo entenderá perfectamente.
No podía dejar el juego. Daba igual donde, como o porque, pero había que jugar.
Lo más alucinante era observar cómo, después de jugar, Lara se quedaba dormida sobre mí.
¿Cómo podía preferirme a mí como jugador para ir completando sus aventuras? Aún no lo entendía.

Para los que conozcan el juego, sabrán de sobra lo bien que se mueve Lara en el agua, bueno, en el agua y en todas partes.
Hay muchas piscinas en Madrid, pero a ella le gustaba ir al Parque Sindical, con esa enorme lámina de agua, lugar perfecto para su entrenamiento y sus juegos.
Y la gustaba tumbarse cerca de la piscina, cerca del agua.
No es lo mismo. No es lo mismo desear que abrazar. No es lo mismo soñar que sentir.
No es lo mismo imaginar que ver. Nada es lo mismo, ni siquiera en los juegos.
Yo sólo sonreía y negaba con la cabeza. Aquello no podía terminar bien.

El bikini se le pegaba al cuerpo, como si fuera parte de él.
Nadaba y nadaba. Y buceaba, salía y entraba. Yo miraba.
Que bien nadas… Fui a clases de pequeña, metete conmigo…
Se tumbaba boca arriba, yo sujetándola. Se quedaba así, tomando el sol dentro del agua, ronroneando. La encantaba quitarse un ratito la parte de arriba y yo… yo… eh… vale… lo acepto.
Salía de la piscina muy despacio, como si tuviera miedo a caerse.
Se acercaba moviéndose, lentamente, sabía que todos la observaban.
Se quedaba de pie delante de mí, recogía su melena y escurría el agua, mirándome mientras las gotas caían por su cuerpo.
Y empezaba con su ritual. ¿Por qué me hacía aquello? Bajaba, inclinándose poco a poco, primero una rodilla, después la otra, después una manita y terminaba con la otra, así, en esa posturita… Colocaba con delicadeza las cuatros esquinitas de la cama y, gateando, se acercaba despacio y me comía la boca. Chica, ¡por dios!, ¿no te das cuenta de cómo te miran?

Se desabrochaba… y dejaba que el sol la fuera poniendo negra.
Yo me ponía de medio lado para contemplarla.
Era inevitable no querer tocarla.
Desde su boca, por su cuello, sus hombros, bajando…
Ella subía sus brazos, suspiraba y se dejaba.
Yo bajaba y colocaba un poquito su bikini, rozando…
Se daba la vuelta, la encantaba y yo continuaba con mi juego.
Y no podía más… y me colocaba sobre ella, encima…
Jo, me quitas el sol… Déjame estar así, sólo un poquito, por favor…

Me tenía a su merced. Enganchadito al juego. Me encantaba.
Lo dejas todo por el juego. Lo estaba dejando todo por el juego.

A veces tenía que abandonar la misión durante unos minutos, pues tenía que abastecer la mochila de Lara con algún refresco o heladito. Era el momento idóneo que aprovechaban otros para acercarse y disparar sus flechas. Incluso alguno dejaba mensajes intrigantes intentando seducir a nuestra querida protagonista. Jamás fui celoso.

Cuando yo salía del agua, ella seguía un ritual parecido. Me invitaba a acercarme señalándome con el dedo, que me quedase de pie, encima de ella, la gustaba sentir caer las gotas de agua, de mi cuerpo al suyo, de mi bañador a su bikini. Aliviaba su calor… eso me decía…
Y cuando las gotas se acababan, con su dedito, me invitaba a bajar.
Estaba empezando a ser un juego peligroso, muy peligroso.

Pasaban las horas. Ardiendo bajo el sol. Se acercaba la hora de cierre, las 8 de la tarde.
Cada vez menos gente, cada vez más apartados. Cada vez más solos.
La megafonía te decía que las instalaciones cerrarían en 15 minutos.
No hacía frio, pero el sol cada vez estaba más bajo. Y corría una ligera brisa.
Excusas. Excusas perfectas para arroparse con las toallas.
De medio lado, ¿Qué lees…? ¿Te interesa? Bastante…
Más cerca, espera, aparta un poquito… deslizándose…
Calor… Sobrecogedor. Gemidito. Boca entreabierta.
Ya, ya lo sé, no digas nada…
No te muevas, pero no salgas, te lo ruego… sigue ahí… sigue…

15 años después he de reconocerlo: no me gustaba ir a la piscina. No me gustan las piscinas.
Pero el juego me tenía seducido y, si Lara me lo hubiera siquiera insinuado, habría sido capaz de bajar hasta el mismísimo infierno a pactar con el mismísimo diablo. Hubiera sido capaz de cualquier cosa. Hubiera sido capaz de todo.

3 comentarios:

  1. ¿¿¿Y no crees que tú también la tenías enganchada a ella, que a Lara también la seducías con el jueguecito??? Anda que no... a lo mejor a ella tampoco le gustaban las piscinas... :)

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  2. Por cierto, que no te lo he dicho, me ha encantado!!!

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  3. jajajaja eh... pues yo que se... ¡vale! alomejor...
    Lo que te aseguro es que le gustaba el agua más que a un tonto un palo.

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