Después
de mi última cogorza en el puente de todos los santos (Halloween), me he puesto
a pensar que mi cuerpo ya no aguanta estos desmanes. Porque lo malo no fue al
acostarme, pues caí sopa, lo malo fue al levantarme, al intentar levantarme más
bien. Que dolor de cuerpo humano por dios. De estas veces que no puedes mover
ni un mísero dedo.
Es
alucinante el devenir humano en el alcohol, bueno, mejor dicho, la relación del
cuerpo humano con el alcohol. Mi relación empezó, como no podía ser de otra
manera, en mi pueblo. En realidad todos mis vicios, buenos y malos, tuvieron su
origen en mi pueblo.
Uno
suele comenzar con el champan o el cava, en navidades. A ver… dame un poquito
más, espera, que no me vean y me vuelvo a llenar la copa, jolin, esta rico. Pones
carita y ¡viva la navidad!
La
cerveza. Primero los botellines, también llamados botijos. No es que me chifle
la cerveza, de hecho suelo terminar con dolor de cabeza, pero claro, hay que
tomarla. Botellín, botellín, más botellines, caña, caña, y otra caña, y pierdes
la cuenta. Se mea bien, eso sí. ¿Quieres otra? ¿La penúltima? Pues venga, ya
puestos.
Adoro
esas jarritas heladas con su cerveza bien fría en verano, joder, acompañadas de
un poquito de limón a ser posible.
También
me gustaba la cerveza negra en la Taberna de Elisa. Que historias madre.
El
primer alcohol, pero alcohol me refiero a lo que comúnmente ya es alcohol en sí
mismo, porque claro, la gente se piensa que los botellines o cañas no es
alcohol, es aperitivo. Bueno, que me voy de la historia, me refiero que mi
primer cubata (y cogorza) con alcohol, aunque tuviera pocos grados,
fue con Martini. Fue tal el asco que lo cogí que aborrezco su olor y también,
de paso, a quién observo que lo pide en una barra. Aun escribiendo esto creo
que me ha venido el sabor a la boca…
Pero
claro, creces y tienes que parecer más chulito. Pasemos al vodka. De pensarlo
casi echo el arroz que acabo de comer. Vodka por aquí, vodka por allá, por
dios, con limón o con naranja fresquita. Eso de pedir un Smirnoff… tenía su
aquel.
Y
sino, jajaja, espera, que me acabo de acordar, esos submarinos, esos minis de
cerveza con alguna copa dentro, del alcohol que fuera, pero…, no, venga, en
serio, ¿eso bebíamos? De verdad querido hígado, lo siento.
Y
sino esas mezclas, llamadas minis, de bebidas que no conocía ni su puñetera madre,
esos chupitos de tequila. Y sigo vivo oiga, no me lo creo. Debe ser cosa de
magia.
Para
que contar las cogorzas. Todos, o casi todos, las hemos tenido.
Llega
un momento en tu vida que te sientes ya mayor. Que te sientes un hombre hecho y
derecho. Que tienes que beber lo que toman los hombretones. Los machos
ibéricos. Llegado ese momento, das paso al whisky.
Un
hombre como debe ser, con pelo en pecho y dinero en el bolsillo, debe tomarse
un whisky, nada de mariconadas de ponches ni gilipolleces de vodkas. Whisky.
Y
que mejor whisky que el español de toda la vida joder, ese segoviano, con dos
cojones. Y en vaso largo, nada de tontas estas de ahora de vasos regordetes.
En
mi peña, en fiestas, teníamos asignada una botella de whisky, por persona y
día.
Os
podéis hacer una idea del grado de alcoholismo de los pueblos castellanos.
Así
va pasando tu hígado las fiestas y reuniones, con ese amigo, ya casi
inseparable, llamado whisky.
En el pueblo, para quedar bien con los trastornaos y demás seres, te tomas tu segoviano. En Madrid y demás sitios ya es distinto, no me jodas, no vas a ir a un sitio con cierto estilo y pedir un segoviano, tienes que pasar a las marcas escocesas y esas cosas.
Y
el vino, ay ese vinitoooooo, no me digáis que no. Cuando eres pequeño y, por
ejemplo, estas en una boda. Y ves al típico barrigón bebiendo su copa de vino
sin parar, piensas que debe ser un sujeto asqueroso, alcoholizado, chispuzo y
seguro mala persona. Pero ¡ops! por arte de birlibirloque te ves tú, si tú, aún
sin barriga, pero ya medio chuzo y con una sonrisa de oreja a oreja, con esa
misma copa de vino y mirando al niño con cara de eh… vale, ¡no me mires así
cojones!
Volviendo
al alcohol puro y duro, también pasas por momentos de modas varias. Yo también
las he pasado, lo reconozco. A la ginebra, con tónica. Tu hígado ya te insulta,
le tienes hasta los mismísimos huevos de tanto cambio.
Gracias
a la ginebra estuve 3 meses sin probar alcohol. Me debió entrar una especie de
alergia o algo así. Muy raro. Fue con Pablo. Estábamos en la playa y salimos
por la noche al chiringuito, así estilo chill out, con esa música envolvente y
esas camareras…
Esa
camarera, que Dios la tenga en sus oraciones, como yo también la tuve en las
mías, pues me acordé de ella y su familia durante tanto tiempo… que seguro que
aún la pitan los oídos. No pensaba insultarla, pero lo haré, ¡ja puta!, menuda
mierda nos sirvió. Con 3 copas, estando nuestro alojamiento a 5 minutos,
conseguimos perdernos en la playa y los alrededores, agarrados del brazo,
haciendo eses por el paseo marítimo. Tardamos una hora en llegar. Al día
siguiente no le dije a Pablo de ir al hospital por pura vergüenza torera.
Así
que me pase al ron. Creo que todo ser humano termina con el ron, como los
buenos piratas. Como el Capitán Haddock. Un poco ya asqueados.
Pero
ya no estoy para estos trotes y eso que el ron me cae bien, será que mi hígado
ha encontrado a su media naranja, pero no tomo el ron con naranja, pero eso sí,
me gustan fresquitos y de verdad, aunque no me creáis, no voy borrachuzo, he
tomado agua en la comida, os lo prometo…
Jajaja qué malo el alcohol! Ya echaba yo de menos tus historias :)
ResponderEliminarUn abrazo.
Jajaja mu malo, malísimo! Otro abrazo para ti Isabel.
EliminarMe encantas Kike, en esta entrada, estas fantastico entre oraciones a la camerera, como un pirata que se precie, ese higado pasando de fiestas y reuniones, ese vodka con limón y sal en chupitos y el whisky....(Algun día te contaré la historia de cuanto dieron de sí mis cuatro vasos de whisky)...El alcohol esa cosa de magia, porque esboza sonrisas tremendas que llegan desde los labios hasta los ojos, haciendo que vuelvas más divertidos, que de normal, los rincones donde estas...Genial Kike...
ResponderEliminarMe acuerdo de muchas historias y sonrisas divertidas con el alcohol, pero claro, si empiezo a contarlas pensarán quizás lo que no soy, ¿o si? bah, que más da..
EliminarGracias Yolanda! Cuenta, cuenta!
¡¡¡Qué bueno!!! Mira que viene bien reírse, y yo me lo he pasado pipa con tu relato. La parte de la camarera ha sido mondante. Yo no puedo hablar de resacas, porque aunque en algunas ocasiones he bebido más que Haddock en sus mejores tiempos (no se lo digas a nadie) siempre he caído en coma durante horas y me he levantado como una pera (al vino, pero pera al fin y al cabo). Madre mía, en la boda de mi hermana fue apoteósico. Y mira, sin resaca. Qué risa, me ha encantado leerte. Besos
ResponderEliminarLas camareras (imagino que también los camareros) son así, a veces te enganchan a la barra, pero ¡joder! ¡no intentes envenenarme por favor!
EliminarBesos Chari.