Imagino que alguna vez me lo pondría Susanita, en aquellas
cartas que nos enviábamos.
Pero no era con pasión. No había pasión. Sólo había
cariño, al menos por su parte.
-
Enrique, hijo, este fin de semana habría que pintar
los balcones, están ya muy mal.
-
Vale Mama, no te preocupes, mañana a primera hora
me pongo.
Siempre había que hacer algo. Siempre. Ese sábado habría
que volver a madrugar. Me levanté temprano. Busque la pintura. Brochas.
Escalera. Subiendo y bajando siempre. Siempre. Menos mal que mis primos me
ayudaban.
-
Buenos días hombre.
-
¿Qué pasa primo? Buenos días.
-
¿Qué haces...?
-
Joder macho, ¿tú que crees? Pues pintar.
-
Eso ya lo veo, pero no te das cuenta que esa
pintura es de hace años, tendrías que lijar antes de pintar encima.
-
Eh... ¿lijar?
-
Si, con una lija de hierro, anda, acompáñame y te
dejo la herramienta que necesitas.
Sería pleno mes de julio, empezaba a hacer un calor
insoportable, así que me quité la camiseta encima de aquella escalera. Lijando
y pintando. Me gustaba pintar la verdad, tenía su gracia.
Vi acercarse a dos chicas, bajando la calle, venían de la
parada del autobús, con sus mochilas. Las dos con gafas de sol. Me sonaba la
cara de una de ellas, de haberla visto otros veranos, pero la otra era
desconocida. Justo al pasar por debajo de mi, una de ellas soltó el silbido,
miré hacía abajo y las vi pasar. Se partían de la risa.
-
Hasta luego...
-
!Hasta luego guapo!
Me quedé mirando como se alejaban, sonriendo. La
desconocida se dio la vuelta y se me quedó mirando. En fin... vamos Quique, a lo
tuyo.
Por la noche nos juntábamos para ir a la discoteca de
verano del pueblo, a las afueras. Aún no teníamos edad, pero siempre nos
colábamos o nos dejaban pasar...
Allí se congregaba toda la juventud del pueblo y parte de
la de los pueblos de alrededor, siempre estaba lleno. Según iba avanzando la
noche nos íbamos quedando sólo los chavales del pueblo.
Bailando en la pista con mis amigos, haciendo el chorra. Y
ellas dos, que llevaban revoloteando por allí toda la noche, se pusieron al
lado. Eran realmente simpáticas.
Me senté en el murete que rodeaba toda la pista, mirando
como bailaba la gente, abstraído, pensando en marcharme ya para casa. Me dio
esa sensación que tienes cuando intuyes que alguien te esta mirando, giré la
cabeza y allí estaba, sentada, justo al lado, con las piernas cruzadas,
mirándome. Me sobresalte, por
la forma en que me miraba.
-
¿Te pasa algo...?
-
No, sólo miraba...
-
Ah...vale...
Volví a dirigir mi mirada a la pista, un instante. Volví a
girar mi cabeza. Seguía igual.
-
Jajaja, ¿Por qué me estas mirando así?
-
Me pareces alucinante.
-
¿Estas de coña no?
-
No...
Aquí pasaba algo raro. Nervios por saber con certeza que
algo iba a pasar.
Su amiga se marcho de repente.
No recuerdo su nombre, sólo recuerdo que la acompañe hasta
su misma puerta.
Bajando hacía el pueblo, riéndonos. Se tardan 5 minutos,
pero se nos fue toda la noche por el camino, amaneciendo.
Nos parábamos, nos
escondíamos...fue bonito...fue salvaje...nos quemábamos.
-
Ay jo, tengo que volver, no soy de aquí, me van a
decir algo cuando llegué y tenga que llamar para que me abran...
-
Por eso mismo que no eres de aquí, quédate un rato
más, ¿Qué te pueden decir?
-
Quique por favor, claro que me quedaba... pero ya es casi de día...
-
Ya, vale, tienes razón..., es muy tarde.
-
Mañana temprano volvemos a Madrid, cogemos otra vez
el autobús, ¿nos podemos ver un rato antes de que salga?
-
Si, claro.
-
¿Dónde esta tu casa desde aquí? No conozco el
pueblo...
-
Aquí al lado, tu amiga seguro que lo sabe.
-
Vale, hasta mañana...
-
Hasta mañana...
El último beso. Volví a casa. Aunque estaba agotado de
todo el día, me costo dormirme.
-
Enrique hijo, despierta, ha venido una chica a
buscarte ya dos veces.
-
¿Como? ¿Qué dices...? ¿Una chica??
-
Si, una chica. Ha estado esperando enfrente de casa
un buen rato.
La noche anterior me vino a la mente como un vendaval. Todos los recuerdos se agolparon ahí, intentando colarse todos a la vez. Vértigo. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Salté de la cama.
¿¿Que hora es?? ¡¡¡Mierdas!!! ¡¡¡Mierdas joder!!! ¡¡¡Quique joder!!!
Salí a la calle. Ya no había nadie. Ya era tarde...
Cruce la plaza, enfrente de mi casa. En la pared de la
casa en ruinas, escrito con una tiza, en mayúsculas, en grande: QUIQUE TE
QUIERO.
Me quedé mirando con la boca abierta. Sin saber que hacer.
Era la primera vez que me lo decían así, sintiéndolo. Jamás volví a verla en mi vida.
...que bien describes los sentimientos, nadie como tu
ResponderEliminarSentir así... A veces da miedo........bonito muy bonito
ResponderEliminarSniff, que penita...
ResponderEliminarPrecioso, muy bien descrito desde el sentimiento romántico a la curiosidad... me encanta
¿Quién sabe lo que hubiera ocurrido? Es lo que tiene quedarse dormido...
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