viernes, 31 de mayo de 2024

Voy a ser L, de Leyenda por ejemplo

En cierto modo saber que ya he vivido más tiempo que mi Padre me produce zozobra.

Parece increíble pero ya me estoy acercando. En unas semanas cumpliré 50 años y me invaden sensaciones encontradas.

El recuerdo de todos estos años. El anhelo de querer seguir disfrutando momentos. La incertidumbre de hacerse viejo. La certeza de la muerte.

Saber que tu vida, lo único que realmente te va a pertenecer en la inmensidad del universo, ya ha entrado en la segunda parte, es, por decirlo de alguna manera, sobrecogedor.

Te vas dando cuenta del paso de los años. En tu forma de ser y en tu forma física. El cansancio muchas veces te inunda.

No puedo quejarme en exceso de mi vida. Lo que soy y lo que tengo se deriva de una concatenación de momentos y decisiones. Si cambiase algo de todo ello no sería yo, ni lo que he creado.

¿Quién alguna vez no se ha arrepentido de las decisiones que ha tomado en su vida? ¿O quien no se arrepiente de no haber hecho algo? ¿O de haberlo hecho? Sin embargo, jamás sabrás las consecuencias de haber obrado diferente.

Asumir tu existencia, tal cual, es una tarea complicada, sobre todo cuando eres plenamente consciente de que la misma tiene fin y que no hay marcha atrás.

Quieres hacer todo y de todo. Quieres rememorar épocas pasadas. Quieres cumplir sueños y deseos. Pero, al mismo tiempo, quieres vivir tranquilamente, aceptando tu existencia, compartiendo y sonriendo.

Fui inocente. Tímido. Temeroso. Feliz. Observador. Fantasioso. 
Pase a ser temerario. Reflexivo. Indeciso. Algunas veces hasta imbécil.
Seguí siendo deseoso. Escritor. Honrado. Fíjate que hasta cabreado. 

La timidez no me permitió descubrir muchas cosas.
La inocencia me ha jugado malas pasadas, aunque es triste perderla.
Mi fantasía me ayudó a pensar y a escribir lo que pensaba.
Mi temeridad era solo amor o compromiso.
Cuando reflexionas estás ofreciendo tu yo hacía los demás.
Cuando me cabreaba era por no entender aún. 

No creo haber hecho daño a nadie jamás. Malentendidos, feas contestaciones, historias mal acabadas. Eso sí. No es que me sienta más o menos orgulloso de ello, simplemente es así.
Muchas veces una buena defensa es el comienzo del ataque. Así he conocido a los energúmenos en la Tierra.  

He pensado mucho. También soñar es una forma de pensamiento.
He reflexionado, muchas veces sin saber discernir lo correcto o adecuado.
 
Aunque mi vida es mía, la he compartido sin más por amor.
He compartido mi sonrisa y mi vida con quien me ha dado la gana.
 
He sabido comprender, en ocasiones tarde.
He tenido empatía hacía los demás, aunque muchos no lo merecieran.
He sido leal, a veces por causas perdidas. 

He creado. He creado vida. He creado ilusión.
También alguna venganza y desamor.
Todos hemos llorado sin saber exactamente por qué.
 
Luz en la oscuridad. Creador de sonrisas.
Pensando en los demás, muchas veces llevándolo a cabo. 

Cuando corre la banda o hace un centro largo se me eriza el pelo.
Cuando le observo sé que todo ha tenido sentido.
Cuando nos abrazamos me doy cuenta de lo pequeña que siempre ha sido.
Cuando desayuno mirando el mar, doy por bueno lo pasado.
Cuando estrecho la mano, el trabajo está hecho.
Cuando juego al pádel o tomo café con mis amigos, es suficiente. 

Espero poder celebrar los 50 en mi pueblo, donde comenzó todo, con mi familia y amigos.

    

 

martes, 16 de enero de 2024

El silbido del energúmeno - Capitulo 9

    Me es imposible abrir la compuerta del suelo. No sé si es debido a que me falta fuerza o a que el paso de los años la ha dejado atascada e inservible. Con todo mi esfuerzo, consigo que se mueva un poco elevándose, pero no logro más.  

    Rebusco algo que me pueda ayudar, que pueda usar de palanca, o una cuerda o cadena que pueda pasar por la argolla y me sirva para tirar de ella más fuerte. Incluso pienso en pedir ayuda a alguien, alguno de mis primos, aunque esa idea pronto la desecho.

    Nada, no encuentro nada que pueda servir. Tiro desesperadamente, pero no hay manera. ¡Joder!

    Vale, vale, ok, pensemos. Enciendo un cigarro y me siento en una caja observando la trampilla. Quizás no debería abrirla. Suelo pensar que, si algo no va bien desde un principio, no se debe insistir. Pero, claro, me puede la curiosidad.

    Busco algo que me pueda servir para quitar todos los restos y suciedad de los bordes de la trampilla, quizás así pueda llegar a ir levantándola. Encuentro un cuchillo antiguo y un destornillador en la caja de herramientas del garaje. Suspiro y cojo ánimos.

    De rodillas. Limpiando cuidadosamente, como si fuera un arqueólogo, apartando cualquier resto de los bordes. Voy apartando la suciedad y restos, incrustados allí durante años. Según lo voy haciendo, noto que la trampilla se va aligerando y moviéndose. Me da ánimos para continuar.

    Tras un buen rato limpiando los resquicios concienzudamente, para mi sorpresa, al volver a tirar de la argolla, la trampilla sube. Me doy cuenta de que realmente no pesa tanto. El nerviosismo y la excitación me invaden.

    Busco unos guantes en el garaje y me decido a abrir del todo la trampilla. Uf, respiro hondo, me doy ánimos y tiro con fuerza de la argolla. La trampilla va subiendo, la agarro con mis dos manos y la termino de levantar. La voy dejando caer del otro lado despacio.


    Trago saliva. Ante mí aparecen unos escalones y la oscuridad profunda de la cueva.

    Para mi tranquilidad no salen murciélagos volando ni nada parecido, como en las películas. Tampoco huele mal. Simplemente oscuridad.

    Miro. Un escalofrío recorre todo mi cuerpo.

    Quiero bajar, pero no. No debería bajar o sí. Tendría que volver a dejar todo como estaba. No merece la pena. Siento como un mareo.

    Oigo un ruido tras de mí, en el despacho. Me doy la vuelta. Estoy temblando. Tranquilo, tranquilo. Es tu casa, tu familia, tranquilo.


    Entro al despacho de la trastienda. Habrá sido un pájaro, la madera podrida, cualquier golpe. El frio me invade. Hace unos años habría salido pitando despavorido.

    Me siento, me enciendo otro cigarro. Cierro los ojos.

    Noto que se me caen las lágrimas. El silencio es absoluto, hasta el punto de casi tocarlo. Tengo la absoluta certeza de estar acompañado, pero no me importa, casi hasta lo degusto en ese momento.

    El silencio resuena en mis tímpanos. Me hace daño.

    Cojo aire con fuerza y me vuelvo a levantar.

 

Voy a ser L, de Leyenda por ejemplo

En cierto modo saber que ya he vivido más tiempo que mi Padre me produce zozobra. Parece increíble pero ya me estoy acercando. En unas sem...